El espacio es el hábitat más difícil que existe para el ser humano. Es difícil comprender hasta que es complicada la supervivencia cuando todas las posibilidades se reduce a vivir o a morir instantáneamente. En nuestro hábitat natural, en la tierra, el ser humano puede adaptarse, probar estrategias, buscar recursos o utilizar de cualquier otra manera su inteligencia para sobrevivir; en el espacio no hay absolutamente nada, es el vacío definitivo, un mínimo fallo en los sistemas de supervivencia implica automáticamente la muerte.
Por si todo esto no fuera suficiente para amedrentar a los posibles viajeros especiales, ahora aparece un estudio que demuestra que nuestras defensas se han desarrollado para garantizar nuestra supervivencia pegados a la superficie terrestre, no para los viajes interplanetarios.
La investigación recién publicada revela que los largos viajes por el espacio pueden debilitar el sistema inmunológico de los astronautas. Los efectos de la gravedad cero los vuelven más susceptibles a infecciones, virus e incluso cáncer, aumentando el riesgo de mortalidad en rutas interplanetarias.
Los científicos han identificado un actor clave en esta historia: las células T, un tipo de linfocito que se encarga de protegernos contra patógenos y células infectadas. Los experimentos han demostrado que la exposición prolongada a la gravedad cero retrasa la activación de estas células, debilitando su capacidad para combatir células tumorales e infecciones. Según Carlos Gallardo Dodd, coautor del estudio y estudiante de doctorado en el Karolinska Institutet de Suecia, «esto hace que sean menos eficaces en su función protectora».
El estudio, publicado en la revista Science Advances, no solo desvela estas amenazas inmunológicas, sino que también destaca otros efectos preocupantes. Los problemas oculares, cardíacos y otros daños a órganos a largo plazo se suman a la lista de preocupaciones, junto con los ya conocidos problemas de pérdida de masa ósea y muscular.
¿Cómo se obtuvieron estos resultados? El equipo liderado por Lisa Westerberg del Karolinska Institutet ideó un experimento único. Varios voluntarios participaron en una simulación de gravedad cero utilizando la técnica de «inmersión en seco». Imaginen pasar largos períodos del día en una especie de cama de agua diseñada para engañar al cuerpo y simular un entorno sin gravedad.
Durante tres semanas, los voluntarios se sometieron a análisis de sangre en diferentes etapas del experimento. Los resultados fueron asombrosos: después de siete días, las células T ya mostraban modificaciones notables, mientras que a los catorce días los cambios eran aún más evidentes. Intrigantemente, después de veintiún días, las células parecían «adaptarse» a la ingravidez, recuperando parcialmente su funcionalidad normal.
Estos hallazgos están en línea con el famoso experimento de gemelos de la NASA, que demostró cómo la salud de los astronautas cambia durante y después de los viajes espaciales.
Los científicos aspiran a traducir estos conocimientos en tratamientos y estrategias que protejan a los astronautas de los peligros potenciales. Como destaca Westerberg, «necesitamos comprender cómo afecta la ingravidez al sistema inmunológico de los astronautas y encontrar maneras de contrarrestar estos efectos negativos».
El futuro se presenta emocionante: el equipo tiene previsto llevar a cabo pruebas en cohetes de investigación lanzados desde el Centro Espacial de Esrange de la ESA en Suecia el próximo año.