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domingo, 22 diciembre 2024

La historia de CTRL + ALT + SUPR

Ciencia y tecnologíaLa historia de CTRL + ALT + SUPR

En la primavera de 1981, David Bradley formaba parte de un equipo que trabajaba en un edificio de oficinas como otro cualquiera de Boca Ratón, Florida. Su tarea era tan simple como diseñar el nuevo ordenador personal de IBM. Como Apple y RadioShack ya vendían pequeños ordenadores autónomos, el proyecto (nombre en clave: Acorn) era un trabajo urgente para salir del paso. En lugar del típico plazo de tres a cinco años, Acorn debía completarse en un solo año.

Una de las rutinas que hacía hervir la sangre de los programadores era que cada vez que el ordenador encontraba un fallo de codificación y se colgaba, tenían que apagar y encender el equipo. Al volver a encender la máquina, se iniciaban automáticamente una serie de pruebas de memoria que robaban un tiempo precioso. «Algunos días, había que reiniciar cada cinco minutos mientras buscabas el problema», dice Bradley. Las tediosas pruebas con sus consecuentes reinicios manuales hacían que los programadores quisieran tirarse de los pelos.

Así que a Bradley se le ocurrió crear un atajo de teclado que activaba un reinicio blando del sistema sin las pruebas de memoria. Nunca imaginó que esa sencilla solución le convertiría en un héroe de la programación, alguien a quien algún día acosarían para que autografiara teclados en conferencias. Tampoco previó que el comando se convertiría en una parte tan integral de la experiencia del usuario de PCs.

Bradley se incorporó a IBM como programador en 1975. En 1978, ya trabajaba en el Datamaster, el primer y fallido intento de PC de la empresa. Era una época apasionante: los ordenadores empezaban a ser más accesibles y Bradley tenía la oportunidad de ayudar a popularizarlos.

En septiembre de 1980, se convirtió en uno de los doce ingenieros seleccionados para trabajar en Acorn. El equipo, muy unido, fue sacado de la sede de IBM en Nueva York. «Teníamos muy pocas interferencias», explica Bradley. «Conseguimos hacer el diseño empezando esencialmente con una hoja de papel en blanco».

Bradley trabajó en todo, desde la escritura de rutinas de entrada/salida hasta la resolución de problemas de las placas de cableado. A los cinco meses de empezar el proyecto, creó ctrl+alt+del. La tarea no era más que otro elemento a tachar de su lista de tareas pendientes. Según él mismo «Eran tareas de cinco o diez minutos de trabajo y luego se pasaba a la siguiente de las 100 cosas que había que hacer». Bradley eligió las teclas por su ubicación: con la tecla Supr situada al otro lado del teclado, parecía poco probable que se pulsaran las tres a la vez por accidente. Bradley nunca pensó en poner el atajo de teclado a disposición de los clientes, ni esperaba que se convirtiera en una palabra popular. Estaba pensado para él y sus compañeros, para quienes cada segundo contaba.

El equipo consiguió terminar Acorn en el plazo previsto. En otoño de 1981, el PC de IBM llegó a las estanterías: una caja gris conectada a un teclado enorme y a un monitor que escupía líneas verdes de texto. Los expertos en marketing predijeron que la empresa vendería unas modestas cincuenta mil unidades anuales en los primeros cinco años; los ejecutivos de la empresa incluso pensaron que esa estimación era demasiado optimista. Todos estaban equivocados. Las ventas de IBM PC alcanzarían los millones de unidades y personas de todas las edades utilizarían las máquinas para jugar, editar documentos y hacer números. La informática nunca volvería a ser la misma.

Y, sin embargo, pocos de estos consumidores eran conscientes de que el atajo de Bradley estaba oculto en sus máquinas. No fue hasta principios de los 90 cuando el atajo se hizo famoso por culpa del lanzmiento de Microsoft Windows. Mientras los PC de todo el país se bloqueaban y los usuarios descubrían la infame «pantalla azul de la muerte», el boca a boca hizo popular una solución mucho más rápida que el botón de reinicio que todo PC lleva en su frontal: ctrl+alt+del. De repente, el pequeño código de Bradley se convirtió en algo importante. Los periodistas aclamaron «el saludo de los tres dedos» como la panacea de todos los males para los propietarios de PC, una población que seguía creciendo.

En 2001, cientos de personas abarrotaron el Museo Tecnológico de la Innovación de San José, California, para conmemorar el 20 aniversario del PC de IBM. En dos décadas, la empresa había vendido más de 500 millones de PC en todo el mundo. Después de la cena, varias personalidades del sector, entre ellas el presidente de Microsoft, Bill Gates, se sentaron en una mesa redonda. Sorprendentemente, la primera pregunta no fue para Gates, sino para David Bradley. El programador, que siempre se ha mostrado sorprendido por la popularidad que le dieron aquellos cinco minutos dedicados a crear el famoso atajo de teclado ctrl+alt+del, se apresuró a desviar la atención.

«Tengo que compartir el mérito», bromeó Bradley. «Puede que yo lo inventara, pero creo que fue Bill quien lo hizo famoso».

Chúpate esa, Gates. 😀

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