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sábado, 21 diciembre 2024

Cruise: humanos vs robots

Ciencia y tecnologíaCruise: humanos vs robots

Tú y yo ya sabemos que la relación entre robots y personas va a ser difícil porque hemos visto docenas de películas en las que los robots se rebelan contra la raza humana o al menos causan serios problemas de orden público. Por supuesto no hay que entrar ya en los casos catastróficos que plantean Terminator o Matrix en los que las máquinas su adueñan del planeta y dejan a los humanos reducidos a especie dominada.

Sin embargo lo difícil es reconocer que esa relación/guerra entre robots y humanos ya está ocurriendo y ya muestra episodios de tensión entre las personas de a pie y las compañías que utilizan robots para sus negocios. El caso de Cruise es un ejemplo muy claro de cómo esta guerra contra las máquinas se compone de muchas pequeñas batallas y algunas de ellas ya están ocurriendo en nuestras ciudades.

Cruise: el primer robotaxi comercial

Los ambientes urbanos, con calles perfectamente señalizadas y limitadas por aceras son el territorio natural de los vehículos autónomos. Al contrario que en el campo, las calles de las ciudades son llanas y están llenas de señales de tráfico y de semáforos que indican cuándo y cómo un vehículo puede avanzar por ellas y quién tiene preferencia para pasar. Ese es el espacio en el que General Motors pensó que podía lanzar un servicio de taxis autónomos.

Cruise funciona sobre la base de un vehículo eléctrico de General Motors, el Chevrolet Bolt, que lleva ya bastantes años de funcionamiento y ha demostrado ser un vehículo bastante eficiente, aunque no tiene ni la fama ni las prestaciones espectaculares que tienen los coches de Tesla pero funciona perfectamente y es bastante más económico que los fabricados por Elon Musk. Sobre esa carrocería General Motors, a través de su filial Cruiser, monta una serie de sensores (LIDAR, cámaras, radares, etc) que recogen información sobre el ambiente que rodea al vehículo, es decir no solo la calle y las señales de tráfico sino sobre el resto de vehículos y personas en movimiento a su alrededor. Un sistema experto, aunque ahora esté de moda llamarles inteligencias artificiales, se encarga de procesar todos esos datos y de tomar las decisiones para que el vehículo se desplace hasta el destino solicitado por el cliente.

Después de años de pruebas, los robotaxis de Cruise funcionan bastante bien y, si se comparan con datos de siniestralidad de conductores reales, son tan seguros como la media de los taxistas o puede que incluso estén un poco por encima.

Con esos antecedentes Cruise, filial de General Motors, solicitó permiso para prestar servicios de robotaxi en San Francisco y el pasado mes de agosto le fue concedida autorización para desplegar una flota de 400 vehículos autónomos y prestar un servicio comercial de taxis. Como te puedes imaginar, la noticia fue un bombazo y en los medios dedicados a la tecnología se miró con lupa el funcionamiento del sistema.

¿Y funciona el sistema?

Sí, los coches cumplen perfectamente su función y son tan seguros o más que los conductores humanos de taxis pero la propia compañía anunció en noviembre que suspendía el servicio mientras arregla algunas cosillas para que eviten la repetición de los accidentes que  han saltado a los medios de comunicación y que han puesto en duda la fiabilidad del sistema que maneja a los vehículos.

Y hasta aquí lo que sería normal leerse en cualquier sitio pero como uno tiene una mente curiosa, me he metido a investigar cuáles han sido exactamente esos incidentes y si realmente han sido tan serios como para justificar la retirada del servicio de los robotaxis.

El primero de los accidentes se refiere al choque de uno de estos taxis con un camión de bomberos. En principio lo lógico sería pensar que el vehículo autónomo no ha sido capaz de identificar las señales de aviso de un vehículo de emergencias y ha embestido al camión de bomberos, provocando heridas leves al pasajero que transportaba. La realidad es bastante distinta: el taxi llegó a un cruce y, teniendo el semáforo verde, cruzó con toda normalidad pero fue embestido por un camión de bomberos que se dirigía a atender una emergencia y que se había asaltado (dentro de la legalidad claro) el semáforo rojo que se encontró en su camino. Si lo piensas es algo que le podía haber ocurrido a cualquier conductor pero aquí la particularidad es que el vehículo autónomo no supo interpretar o situar el sonido de la sirena del coche de bomberos y siguió su camino con normalidad. Un humano, al oír la sirena hubiese reducido la marcha para ver por dónde venían los bomberos.

El segundo accidente más serio se refiere al atropello de una mujer que cruzaba una calle fuera de los lugares permitidos. Lo curioso de esta noticia es que se señale la responsabilidad del robo taxi cuando, en realidad, lo que ocurrió fue que la mujer cruzó a lo loco la calle y fue atropellada por un coche conducido por un ser humano que lanzó a la mujer contra el robotaxi, el cual no tenía respuesta para un peatón que le caía desde arriba y siguió avanzando hasta que los gritos del cliente del robotaxi provocaron la parada del coche. Yo no sé si a ti te ha caído a muchos peatones desde arriba pero no sé cómo reaccionaría yo si andando por una calle me cae una señora en el techo. En cualquier caso, llamarle a eso atropello como hicieron los periodistas demuestra que las culpas ya estaban repartidas antes de redactar la noticia.

Estos dos accidentes te ponen bien te muestran bien a las claras que existe cierta resistencia entre la población y entre los medios de comunicación a aceptar a los taxis autónomos porque se ha aprovechado accidentes que en ningún caso tienen que ver con el sistema que maneja los coches para culpar al servicio de su mal funcionamiento. Los periodistas vieron presa fácil y lanzaron sus titulares contra la compañía de robotaxis y en favor de los taxistas humanos. Esta batalla la han perdido las máquinas.

Existen otros dos incidentes en los que, en cambio, sí que se está ante casos en los que el sistema de conducción autónomo no ha estado a la altura y aquí sí que se puede culpar a la empresa por el mal funcionamiento del sistema. El primero de ellos lo provocó uno de los taxis porque se metió en una zona en obras que no estaba muy bien señalizada pero que cualquier ser humano hubiera reconocido como zona de obras y acabó con las cuatro ruedas clavadas en cemento recién echado. Para entendernos, aquí el coche no tuvo la lucidez que tiene un niño de siete años para darse cuenta de que se está metiendo en un sitio en obras y al no existir señalización específica su sistema experto no advirtió el peligro. El accidente terminó sin sin más consecuencias.

El segundo de los incidentes ocurridos tuvo que ver con diez coches que en una determinada zona se detuvieron provocando un caos de tráfico en una ciudad cuya circulación ya es caótica de por sí. Las calles de San Francisco se volvieron un clamor contra estos robotaxis detenidos y eso fue rápidamente aprovechado por la prensa para lanzar otra vez titulares contra las máquinas. Este caso, evidentemente, es un fallo de software que provocó un bloqueo de esos diez coches por la razón que sea. Eso le ha pasado a cualquiera que ha desarrollado un programa y todos deberíamos entender la diferencia que hay entre la industria informática y la industria del automóvil. A nadie se le ocurre aceptar que un coche pueda pararse en medio del camino y haya que bajarse y descargar el equipaje, reiniciarlo, volver a cargar el equipaje, a subirse y continuar el viaje, que es el nivel al que están ahora los ordenadores. Todavía a la informática le falta cierta madurez para alcanzar la solvencia que tiene la histórica industria del automóvil.

En conclusión, ves que estos cuatro accidentes no son en realidad nada grave ni algo que si se analiza en profundidad debería provocar el cierre de la empresa o una catástrofe tecnológica pero que han sido suficientes para que la prensa, que se ha situado claramente del lado de los taxistas humanos, haga una campaña a favor de las personas y en San Francisco se haya ganado una pequeña batalla de la guerra contra las máquinas.

Vendrán más y yo te las iré contando.

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