Vaya por delante que a mí todo esto de la materia y la energía oscura no me acaba de convencer mucho y me suena a la polémica que mantuvieron durante el siglo XIX los científicos acerca de la existencia del éter. Te explico: desde que se empezó a plantear la existencia del universo como un lugar vacío salpicado por algunas estrellas y planetas, surgió la pregunta de cómo era posible que la luz viajase a través del vacío. La respuesta más sencilla era que el espacio interplanetario estaba relleno de éter, una sustancia de la que no se sabía nada pero que tenía que estar ahí para que cuadrasen las cuentas.
Para los primeros físicos como Newton y compañía, la luz evidentemente no podía tener materia masa y solo podía ser una onda, pero las ondas necesitan una materia base sobre las que ondular; las ondas se mueven sobre un estanque lleno de agua y el sonido se desplaza a través del aire. No fue hasta finales del siglo XIX y principios del siglo XX cuando se entendió la doble naturaleza de la luz como onda y como partícula a raíz de la teoría cuántica.
El éter era por lo tanto una explicación efectiva y que solucionaba los problemas teóricos que los científicos eran incapaces de resolver pero el avance científico demostró que era absolutamente errónea. Yo, como aficionado a la física sin conocimientos científicos, tengo la sensación de qué con la materia oscura está ocurriendo algo parecido.
Los últimos descubrimientos relacionados con la materia oscura y la energía oscura están desafiando otra vez las concepciones tradicionales de cómo entendemos el universo. Gracias al Instrumento Espectroscópico de Energía Oscura (DESI), ahora disponemos de datos que sugieren una evolución en las características de la energía oscura, un componente que hasta ahora considerábamos una constante cosmológica en nuestro modelo del universo.
El Modelo Lambda-CDM (ΛCDM) ha sido durante mucho tiempo el marco de referencia para los cosmólogos. Según este modelo, el universo está compuesto por aproximadamente un 5% de materia ordinaria, un 25% de materia oscura y un 70% de energía oscura. La materia y energía oscuras no interactúan con la luz y solo pueden ser inferidas por su influencia gravitacional sobre la materia visible y la expansión del universo.
DESI, utilizando un conjunto de 5.000 ojos robóticos, ha logrado cartografiar el cosmos con un detalle sin precedentes, cubriendo una escala de tiempo de 11.000 millones de años. Este mapeo ha revelado fluctuaciones en la constante cosmológica, sugiriendo que la energía oscura podría no ser tan constante como se pensaba. Esta revelación implica que la energía oscura puede haber sido más intensa en el pasado y que su influencia podría estar disminuyendo, una hipótesis que, de confirmarse, podría cambiar radicalmente nuestra comprensión del futuro del universo.
Los análisis de DESI han mostrado que, en lugar de un universo que se expande indefinidamente, podríamos estar encaminados hacia un «Big Crunch», donde el universo se contraería. Estos datos se basan en las mediciones de las Oscilaciones Acústicas de Bariones (BAO), utilizadas para determinar la expansión del universo a diferentes escalas de tiempo. Este hallazgo es crucial porque sugiere que la energía oscura no solo es variable, sino que también su evolución podría ser la responsable de un cambio futuro en la expansión del cosmos.
A medida que avanzan los estudios y se recopilan más datos, se espera que futuras observaciones de DESI y otros instrumentos, como el Telescopio Espacial James Webb y el Observatorio Vera C. Rubin, proporcionen más claridad y posiblemente confirmen estas hipótesis revolucionarias. Los modelos matemáticos seguirán siendo refinados para ajustarse a estas observaciones, en un esfuerzo continuo por comprender el complejo ballet cósmico de materia y energía que compone nuestro universo.
Para acabar de complicar las cosas, estos descubrimientos tienen implicaciones cosmológicas que acaban de complicarlo todo. Este nuevo descubrimiento podría significar que el Universo no nace en un Big Bang y termina en un Big Crunch o en una muerte negra por expansión absoluta de máxima entropía sino que la variación de la energía oscura a través del tiempo hace (o puede hacer) que el Universo se expanda y contraiga a intervalos más o menos regulares. Por supuesto, esto no le gusta nada a la Iglesia Católica, que estaba encantada de la vida con el Big Bang cómo el momento de la creación que cuenta la Biblia.
Por todo esto, la energía oscura y sus implicaciones sobre cómo entendemos el Universo son temas peliagudos a los que hay que acercarse con mucha prudencia y un toque de escepticismo para no dejarse llevar por ideas preconcebidas porque, en el fondo, todavía nuestro conocimiento del cosmos es bastante ilimitado y, hablando en román paladino, no tenemos ni idea de quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.