A los que no somos forofos, nos gusta el deporte de alta competición porque reúne a los deportistas de más nivel para jugar de una forma que nos está vetada al común de los mortales y que nos resulta espectacular. El fútbol es hoy día el deporte rey y reúne a muchos de los deportistas de más alto nivel que hay en el mundo; es increíble ver a esos muchachos correr a toda velocidad con un balón en las piernas y hacer todo tipo de jugadas y combinaciones intentando desbordar a unos rivales que, no lo olvidemos, son unos auténticos atletas especializados en deshacer jugadas del rival.
Y luego está lo otro.
El mundo del fútbol está lleno de forofos y cafres que, seguramente, no tienen nada más a lo que aferrarse para dar sentido a sus vidas y que encuentra en sus equipos favoritos la vía de escape para todas sus frustraciones y sus instintos más primarios.
El partido de ayer entre el Valencia y el Real Madrid es un perfecto ejemplo de fútbol feo, de lo que no debe ser el espectáculo del fútbol. Da igual si se exponen argumentos para defender las posturas de uno o del contrario, no hay que entrar en ese tipo de debates ridículos: el resultado es un espectáculo bochornoso que invita a apagar la televisión a quienes no sean forofos descerebrados.
Por supuesto, los que velan por la limpieza de la competición y quienes están encargados de vender los derechos de ésta, serán conscientes de que no es lo mismo un vibrante partido con constantes carreras de una portería a la otra entre el Leeds United y el Brighton (por poner a dos equipos de segunda fila de la Premier League inglesa) que una guarrería de encuentro protagonizado por los insultos y las trifulcas en la liga española.
No espero que haya soluciones rápidas tendiendo en cuenta que durante muchos años en los campos de fútbol vascos se toleraba con total normalidad los gritos de «ETA mátalos» cuando jugaban los equipos madrileños. Después de eso, ya me dirás.