El partido de ayer en el Bernabéu, en el que el Real Madrid se acabó imponiendo al Sevilla por uno a cero con un gol de Modric y del que luego te hablo, destacó sobre todo por tres temas ajenos a la pura competición deportiva.
Por un lado, el encargado de hacer el saque de honor fue Ilia Topuria como campeón del mundo de la UFC en la categoría de peso pluma. Tuvo un recibimiento espectacular en el Bernabéu y conforme exige los nuevos tiempos hizo un intercambio masivo de selfies con muchos de los futbolistas del Real Madrid que en los próximos días veremos en las redes sociales. Un acierto total la decisión del Real Madrid de invitarle a hacer el saque de honor del partido.
Lo de Ilia Topuria es un caso singular porque representa exactamente la cara opuesta de la inmigración que estamos viendo estos días en las redes sociales. Nacido en Georgia, se vino con su familia a España hace quince años y aquí encontró los medios para prosperar y llegar a ser campeón del mundo en su disciplina deportiva y se siente enormemente agradecido al país que le dio esa oportunidad. Su declarado amor por España ha hecho que su título mundial haya tenido una repercusión mucho mayor de la que corresponderían por la popularidad de su deporte. Aunque a mí ni el boxeo ni está lucha libre de la UFC me interesan como deporte (el deporte de equipo que más me gusta es el voleibol porque no hay contacto entre los dos equipos), hay que reconocer que siento una enorme simpatía por este español venido de fuera que ama a España más que muchos nacidos aquí. Ojalá todos los inmigrantes fueran así.
El segundo tema del que se habló ayer fue el regreso a de Sergio Ramos al Santiago Bernabéu. El sevillano, que disfrutó los mejores años de su vida deportiva en Madrid, estaba ayer motivado como pocas veces en su larga carrera y como buen deportista que es, lo demostró compitiendo al máximo nivel. Cariño, respeto, admiración mutua y todo lo que tú quieras sí, pero entrega y lucha por la victoria hasta la extenuación. A Sergio Ramos le faltó llevarse algo, como un trozo de red o unas briznas de césped, a su casa para recordar la inmensa suerte que tuvo de jugar unos años gloriosos en el Santiago Bernabéu y si no lo hizo seguramente fue por la frustración de la derrota, que él venía a ganar.
El tercer tema del que se habla hoy alrededor del partido es el de la influencia del videoarbitraje en el resultado. Que conste que yo soy totalmente contrario a la implantación del VAR y creo que los árbitros se pueden equivocar, lo mismo que se equivocan los futbolistas cuando lanzan un penalti y mandan el balón al tercer anfiteatro (salvo que exista un caso de corrupción como el del Barcelona y resulte que los árbitros estén sobornados para actuar a favor del equipo catalán, pero eso es cosa de la policía no del deporte). Ayer el VAR tuvo una influencia decisiva en el resultado porque anuló un gol del Real Madrid por una falta previa que el árbitro había visto desde el césped sin considerar que existiese infracción. De la misma manera, el VAR validó un gol para el que los sevillistas pidieron un fuera de juego posicional inexistente que ni árbitro y jueces de línea vieron en el campo ni el propio equipo de videoarbitraje consideró que existiese después de revisar la jugada. Al final han conseguido que se hable del propio videoarbitraje en vez de hablar del partido, de las jugadas y de los jugadores que es lo que realmente importa. Por mi, que lo quiten y sigamos como estábamos.
En cuanto al partido en sí, vimos un enfrentamiento entre dos equipos grandes, muy disputado y que se decidió como suele ser habitual en estos casos por un detalle de calidad. En esta ocasión fue Modric el que hizo una jugada excepcional bajando un balón con un control orientado magistral en el balcón del área y colocando el balón junto al poste con una precisión propia de las grandes estrellas.