Lo de los comentaristas de TVE en esta Eurocopa está resultando casi ridículo pero sin el casi. La jugada del gol de ayer relatada por Juan Carlos Rivero es el equivalente al fallo del delantero en un penalti en el minuto noventa y cuatro o al portero que entrega el balón al delantero contrario para ser fusilado ipso facto.
Ojo… ¡Navas, Navas, Navaaaaaas! ¡No, Ferrán, Ferrán! ¡Gooooool de Ferrán Martínez para España!
Ni era Navas el que recibe el pase de Dani Olmo para colocarlo perfectamente en el palo largo, ni su apellido es Martínez.
Ferrán Martínez, por cierto, fue jugador del Barcelona y del Juventud de Badalona, con el que consiguió ganar una Copa de Europa en 1994; en la evolución baloncestístca fue el eslabón intermedio entre Romay y Gasol. En el declive final de su carrera jugó en varios clubs, casi a uno por temporada. En las próximas semanas, el baloncestista le enviará al comentarista de TVE un jamón de pata negra envuelto en riojas de los años setenta para agradecerle esta publicidad gratuita que le ha puesto en primera plana de la actualidad española.
Lo que este error pone de manifiesto es el pésimo nivel de los comentaristas de TVE encabezados por Juan Carlos Rivero y Paco Grande. Aparte de la desinformación que introducen con sus contantes errores y confusiones, no tienen el mínimo exigible de visión del espectáculo que es exigible a un comentarista deportivo hoy día.
Hace treinta años José Angel De la Casa podía retransmitir un partido oficial de la Selección Española con tono oficioso y aburrido porque el fútbol internacional era algo reservado a TVE y a otras altas instancias del Estado. Hoy día, el fútbol internacional se ha convertido en un mero espectáculo en el que todo es menos institucional y mucho más festivo. Las aficiones más valoradas son las más festivas y con las que es más fácil hermanarse y se reconocen los méritos de los rivales e incluso en los estadios se aplaude las exhibiciones de las figuras rivales. Todo es una fiesta (1) alrededor de veintidós jugadores (digo jugadores, no deportistas) que se esfuerzan por ganar en deportivamente en un juego que cientos de millones de personas recibimos en nuestras casas a través de la televisión.
Y entonces llega Televisión Española y la caga.
Esa frase es tan poco elegante como torpe ese la decisión de dejar que estos dos locutores se encarguen de retransmitir los partidos de España. La televisión pública podría incluso delegar esa tarea en otros locutores que también forman parte del equipo pero están relegados a partidos secundarios. Ahí está Paco Caro, que lo mismo te narra un partido de balonmano que salto de trampolín en las olimpiadas y consigue poner un punto de emoción a cualquier competición pero no tiene la jerarquía (la habilidad para moverse por los despachos, entiéndase) de los pesos pesados (nunca mejor dicho) de la cadena pública.
Y luego está el apartado de los comentaristas, que están para echarles de comer aparte.
Mario Suárez, Alberto Ferrer y Carlos Marchena no tienen lo que hay que tener para ser comentarista de televisión. Carlos Marañón, director de una revista de cine, los deja a la altura de una zapatilla en conocimientos futbolísticos y, sobre todo, en su capacidad de verbalizar lo que está ocurriendo en el campo. Los exfutbolistas seguramente pueden intuir mejor que la mayoría de nosotros lo que está ocurriendo en el césped por su larga e indiscutible experiencia pero los tres carecen del don de la palabra: no es lo suyo; y si al menos fuesen ocurrentes o expresivos (como la pareja Quico Narváez/José Antonio Camacho) servirían para colorear el partido pero sólo contribuyen a hacerlo todavía más triste.
Al final ganaremos o no la Eurocopa pero Televisión Española se está haciendo acreedora al Mojón de Oro de las retransmisiones deportivas aunque seguramente alegarán que se trata de una conspiración y dirán que todo es fango. Ya sabemos de qué va esto.
(1) Todo es una fiesta siempre que no se trate de equipos del Cáucaso, Balcanes o musulmanes, en cuyo caso siempre consideran al rival como enemigo a destruir y en muchas ocasiones acaba apareciendo la violencia.