No nos cansamos.
Ahora es un fabricante de baterías chino el que promete una inversión multimillonaria en España y provoca un alud de políticos intentando colocarse la medalla de todas esas promesas de un futuro mejor regado con cientos o miles de millones venidos desde el lejano Oriente.
Como es natural, esto acabará en nada. Esa empresa conseguirá una magnífica campaña mediática y posicionará su marca para luego venir a vender baterías fabricadas en países en desarrollo con salarios de ocho euros al día.
Pero, en fin es lo que toca.
Ahora veremos con resignación una serie de ruedas de prensa hablando de las ventajas del comercio con China (no vaya a ser que se enfaden y luego no nos quieran poner la planta) y varias delegaciones españolas rendirán pleitesía a los responsables chinas mediante costosísimos viajes a cargo del contribuyente español.
Después el tema se irá diluyendo y los chinos dirán, con razón, que ellos no han firmado nada y que han encontrado otras opciones más ventajosas para fabricar allí sus baterías y que nos las dejan a muy buen precio. Lo de siempre.
En unos años, los políticos que prometieron y gastaron dinero en este tema ya no se acordarán de nada pero por el camino se habrán volado unos cuantos millones de euros en comisiones, regalos de empresa, desayunos de trabajo, dietas para reuniones y viajes y hasta algún capítulo «Otros conceptos» que no se sabrá a dónde habrá ido a parar pero que sí se sabe de dónde salen: de tu bolsillo.