La plaga del conejo híbrido se está convirtiendo en un problema a nivel nacional porque ya hay más de mil cuatrocientos municipios afectados en diez comunidades autónomas y el problema no deja de aumentar.
El responsable de este desastre es un conejo híbrido de mayor tamaño que el conejo de monte autóctono y que en vez de refugiarse en las zonas de monte y de secano tiende a acercarse a los cultivos y a devorarlos. Se calcula que ahora mismo hay un millón de hectáreas afectadas y que las pérdidas ya están por encima de los 800 millones de euros.
Desde siempre los agricultores han tenido que luchar contra los depredadores de su cosecha y de su ganado, no es nada nuevo punto sin embargo este conejo híbrido tiende a hacer sus madrigueras en medio de los campos de cultivos que arrasan y vallar las fincas no sirve de nada porque consiguen entrar excavando por debajo de las mismas y las propias vallas les defienden de sus depredadores con lo cual si una finca vallada se ve afectada esta irremisiblemente condenada.
Otro de los factores peligrosos de esta plaga es que estos conejos son unos grandes transmisores de enfermedades y muy en particular de garrapatas porque estos conejos, a diferencia del conejo autóctono, están cerca de las casas y de los animales domésticos. Incluso se han conocido ya casos de infecciones de garrapatas en jardines cercanos a las poblaciones.
Los seguros, por supuesto, no se hacen cargo de estas plagas porque son considerados un suceso normal. Como mucho algunas compañías de seguros asumen parcialmente la indemnización de los gastos del primer año pero una vez que el problema se repite lo consideran un gasto normal de la explotación y no un siniestro que deban compensar.
Los agricultores se quejan de la falta de recursos y de opciones para acabar con la plaga ya que, por ejemplo mientras se los campos de golf o en las obras públicas si está permitida la gasificación de las madrigueras. En los campos está prohibido utilizar esa técnica con lo que por ahora lo único que esperan que les salve es la presión de los cazadores durante la temporada de verano.