El debate cara a cara del pasado lunes ha sumido al PSOE en el pesimismo y ha desatado las dudas sobre su liderazgo después de las elecciones generales. En cuanto al debate, desde el partido intentan restarle valor diciendo que era solo un acto de campaña más y que no puede ser determinante en toda la campaña, aunque el propio Sánchez la tuviese marcado en rojo en la agenda como una oportunidad para imponerse claramente sobre Núñez Feijoo.
La situación para Sánchez, que parecía que no podía ser peor, sigue empeorando. En las listas para las elecciones generales muchos de los barones regionales del PSOE tendrán cargo de senador en la Cámara Alta; por ejemplo el valenciano Ximo Puig o el aragonés Javier Lambán e incluso es posible que tome ese camino el extremeño Guillermo Fernández Vara. Por supuesto, todos ellos rechazan que su candidatura tenga que ver con posibles movimientos internos dentro del PSOE pero a nadie se le escapa que si los resultados de Sánchez en las elecciones fueran catastróficos se abriría el melón sucesorio dentro del partido y a todos ellos les conviene estar bien situados.
No sería la primera vez que Sánchez tenga que salir de la secretaría general del partido aunque es casi imposible que se repita la situación de dos mil dieciséis porque desde entonces se introdujo una cláusula que establecía que si la ejecutiva del partido acordaba cesar al secretario general debería realizarse una consulta vinculante entre los militantes.
En el año 2016, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) vivió uno de los momentos más turbulentos de su historia reciente. Pedro Sánchez, quien se había convertido en Secretario General del partido en 2014, se encontró en medio de una profunda crisis interna que culminaría con su cese y la fractura del partido.
Un líder cuestionado desde el principio
Desde el inicio de su liderazgo, Sánchez fue objeto de críticas y cuestionamientos. Muchos miembros del PSOE lo veían como un líder sin experiencia y con una visión poco clara para el partido. Además, su ascenso meteórico al poder generó resentimientos entre los barones del partido, quienes no estaban dispuestos a aceptar su liderazgoterritorial sin luchar.
La fractura interna del PSOE se hizo evidente en octubre de 2016, cuando Pedro Sánchez decidió rechazar cualquier posibilidad de facilitar la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. Esta postura fue vista como una traición por muchos miembros del partido, especialmente por aquellos más cercanos a los barones y a los intereses del establishment político.
El Comité Federal del PSOE se convirtió en el escenario de la batalla final entre Sánchez y sus detractores. En una reunión marcada por la tensión y las acusaciones cruzadas, se sometió a votación la continuidad de Sánchez como líder del partido. La votación resultó en su cese y la posterior formación de una gestora que tomaría las riendas del PSOE. El cese de Pedro Sánchez tuvo profundas consecuencias para el PSOE. La imagen del partido quedó dañada, y muchos militantes y simpatizantes abandonaron sus filas en señal de descontento. Además, la división interna se hizo aún más profunda, con la formación de corrientes enfrentadas y la pérdida de confianza en las estructuras del partido.
A pesar de su cese, Pedro Sánchez no se rindió. Tras un periodo de reflexión, decidió presentarse nuevamente como candidato en las primarias del PSOE en 2017. Su mensaje de renovación y cambio resonó entre los militantes, y consiguió recuperar la Secretaría General del partido. Este regreso marcó un punto de inflexión en el PSOE y un resurgimiento que le permitió posteriormente llegar a la presidencia del Gobierno.