La rebaja de la calificación de la deuda estadounidense por parte de la agencia Fitch ha sido una llamada de atención que los economistas y comentaristas de la corriente dominante han preferido ignorar. Es innegable que Estados Unidos se encuentra en una situación crítica con una ratio deuda/PIB más alta que nunca, alcanzando un 121%. Además, el déficit fiscal sigue siendo enorme, lo que representa una clara señal de que la fiebre del gasto alimentada por la deuda está poniendo en peligro la estabilidad económica de Occidente.
Aunque la economía estadounidense ha mostrado ciertos resultados positivos en comparación con sus competidores, no podemos seguir ignorando el hecho de que el endeudamiento crónico tiene consecuencias a largo plazo. Otros países como Francia y Japón también han enfrentado rebajas en sus calificaciones debido a sus niveles excesivos de deuda. La explosión de la deuda en los últimos años, desde la crisis bancaria hasta la pandemia y la llamada «emergencia climática», demuestra la falta de responsabilidad fiscal.
La política económica de la administración Biden, conocida como Biden-omics, parece estar destinada a empeorar las perspectivas fiscales de Estados Unidos. El gasto desenfrenado en «subvenciones verdes» y «fabricas de chips» está malgastando recursos, y es probable que veamos un aumento significativo de fraudes. El país se enfrenta a la posibilidad de una carga aún mayor de deuda, y proyectos de inversión poco realistas que podrían resultar en un desperdicio de recursos y una mayor dependencia del endeudamiento.
El sistema político estadounidense está roto y la mala gobernanza es una de las principales razones para la rebaja de la calificación de la deuda. Tanto la administración actual como la anterior han demostrado falta de control fiscal y responsabilidad en el manejo de los recursos públicos.
Los economistas que argumentaban que la deuda no importa y que las finanzas del Estado no pueden compararse con las de un hogar están siendo desmentidos. La realidad es que el aumento de la deuda y el gasto irresponsable están teniendo efectos adversos, como un repunte de la inflación y tipos de interés más altos que afectarán a la economía durante años.
El caso español es tremendamente parecido. Primero con la excusa del COVID, después justificándose en la guerra de Ucrania y ahora con el timo del cambio climático, el gobierno del PSOE incurre año tras año en déficits públicos gigantescos. El despilfarro socialista todavía es más sangrante porque ese déficit público proviene de un gasto político absolutamente improductivo que se traduce en chiringuitos administrativos de todo tipo, subvenciones y pagas de todo tipo que se conceden indiscriminadamente a cualquier colectivo que pueda funcionar como caladero de votos para el Partido Socialista.
El aumento masivo del dinero circulante sin un aumento de la producción se traduce, obviamente, en un aumento de precios, en inflación, que es la manera tradicional en la que los partidos de izquierda han empobrecido siempre a las naciones que han tenido la desgraciada ocurrencia de ponerlos a gobernar.
Lo que estamos viendo en España no es más que la primera fase de una crisis de deuda que ya hemos tenido antes nosotros y que ha sido igual en muchos otros países. En los próximos años iremos viendo cómo el presupuesto nacional se desequilibra todavía más por el servicio de la deuda, es decir, el pago de los intereses que la enorme deuda pública española exigirá cada año. Ya pronto volveremos a escuchar una palabra que hace años estaba en boca de todos: la prima de riesgo. Igual que ocurrió la pasada década dentro de unos años veremos cómo el gobierno tiene que afrontar recortes drásticos y hacer subidas de impuestos para financiar el despilfarro que ahora estamos viendo.
Para los políticos de todo signo es mucho más fácil subir las pensiones, los sueldos de los funcionarios o el salario mínimo que imponer políticas austeras pero alguien lo tendrá que hacer antes o después. Lo peor de todo es que ya hemos pasado antes por esta misma situación y ahora estamos viendo a cámara lenta cómo el tren avanza por la vía que se dirige al precipicio y sabemos que se va a producir el accidente pero todo el mundo mira hacia otro lado cómo sí lo inevitable nunca fuera a ocurrir.
Con estos mimbres lo que toca hacer no es desmelenarse porque vaya o no a ocurrir una crisis de deuda, que va a ocurrir, sino que hay que ir tomando las medidas oportunas para que esa crisis no nos afecte en particular o incluso buscar oportunidades para poder obtener beneficio de la crisis que sorprenderá a la mayoría de la población que no quiso escuchar cuando se le avisó.
Pues vosotros diréis lo que queráis pero el caso es que sales a la calle y le preguntas a la gente que por qué suben los precios y te dicen que es por la guerra de Ucrania o por el cambio climático. La mentira esa que se coloca desde el gobierno de que los precios son algo que está fuera de su control ha calado realmente en la sociedad.
Yo mismo he intentado explicarle a alguna gente sentados en la mesa de un bar por qué el déficit público financiado mediante deuda, que no es otra cosa que darle a la máquina de imprimir billetes, acaba generando inflación y esa inflación acaba a su vez generando pobreza. Pues nada, no he conseguido que acepten algo tan básico de la economía y siempre han encontrado una excusa diciendo que si acaso los bombardeos de tuberías y el corte del suministro de gas Europa y todo eso no iba a afectar a los precios. Pues claro que afecta alma de cántaro pero en una fracción ínfima que además tendría que tener viaje de ida y viaje de vuelta. La inflación generada por el aumento descontrolado del dinero en circulación, es decir del déficit público, no tiene vuelta atrás. Se podrá reducir el nivel de inflación que quede si se siguen unas políticas monetarias restrictivas pero la subida es de precios que se han producido mediante ese mecanismo infracionario, imprimiendo billetes, ya no tienen marcha atrás
Y eso es algo que la mayoría de la población española es incapaz de entender.
La gente no tiene por qué entenderlo.
Tampoco hay nadie con un relato potente que lo explique y que cale en la sociedad… pero yo tampoco tengo mucha esperanza en que aparezca.