Con una mirada cargada de preocupación, observamos cómo la sequía implacable comienza a hacer estragos en el corazón agrícola de España y con ella el fantasma de la inflación se cierne ominosamente sobre el horizonte. En medio del veto de Rusia al grano ucraniano, un informe alarmante del Ministerio de Agricultura, que examina la producción agraria con datos de las comunidades autónomas, pinta un sombrío panorama de declive tanto en los rendimientos de los cultivos como en la extensión de tierras cultivadas.
El informe, aunque deja espacio para variaciones, es contundente en sus estimaciones: la producción de cereales de otoño-invierno para la temporada 2023-2024 sufrirá una desalentadora caída del 37,8%, reduciéndose a 8,9 millones de toneladas. Esta cifra es poco más de la mitad de lo logrado hace apenas dos años en 2021, cuando la producción de cereales alcanzó la impresionante cifra de 19,3 millones de toneladas.
Desde el Ministerio de Agricultura reconocen con pesar que «todos los cultivos están experimentando reducciones significativas, especialmente la cebada de seis carreras (-39,8 %), el centeno (-39,4 %), el triticale (-39 %) y la avena (-36 %)». Estas pérdidas, si se confirman, se sumarán al desolador panorama ya observado en la última cosecha, la de 2022.
El trigo, el cereal que alguna vez fue protagonista en la producción agrícola y es esencial para la industria alimentaria, sufre un desplome del 36% en comparación con el año anterior, quedando en menos de la mitad de lo obtenido en 2021: de 8,2 a 3,9 millones de toneladas. Las cifras continúan en la misma línea, con descensos preliminares también en los cereales de primavera: sorgo (-35,3 %), maíz (-17,9 %) y arroz (-2,5 %), según los datos del Ministerio de Agricultura.
Este escenario sombrío también se refleja en las leguminosas. Aunque las estimaciones son preliminares, los descensos se hacen notar en casi todos los cultivos, especialmente en las lentejas, con un desplome del 50,4%; los guisantes secos, con una disminución del 27,4% en la producción; y la veza para forraje, que cae un 26,3%.
La situación se agrava aún más al contemplar el impacto del veto de Rusia a la ruta del grano ucraniano por el Mar Negro. España, el segundo país más afectado por esta interrupción tras China, enfrenta una perspectiva inquietante. Según datos de las Naciones Unidas, hasta julio de 2023, China domina el comercio de granos por el Mar Negro con un 25% del mercado (7,96 millones de toneladas), seguida por España con casi seis millones de toneladas, Turquía (3,24 millones), Italia (2,1 millones), Países Bajos (1,96 millones) y Egipto (1,55 millones).
El sector agroalimentario español unánimemente advierte: «Los precios de los alimentos no cederán». Esta conclusión es compartida por todas las partes de la cadena alimentaria. «Si la sequía permite alguna desaceleración, no habrá reducción de precios», aseguran las principales organizaciones, que a pesar de sus diferencias concuerdan en que la normalización no se espera hasta 2024. No obstante, la sequía actual obstaculiza este regreso a la normalidad.
Es difícil prever la inflación de este año debido a la variabilidad de los productos en la cesta de compras, dado que ciertos cultivos se han perdido debido a la sequía. Sin embargo, es crucial destacar que la falta de agua plantea un problema grave y urgente. La implementación de un «plan hidrológico nacional», que incluya infraestructuras cruciales y aborde la reutilización del agua, se vuelve más crucial que nunca. En estos tiempos inciertos, el futuro de la producción agrícola y la inflación económica parecen estar estrechamente entrelazados.