Ayer se celebró la Constitución de las cámaras legislativas resultantes de las elecciones del pasado 23 de julio. Lo ocurrido refleja lo que todo el mundo sabía: todo los parlamentarios que no fueran del Partido Popular o de Vox iban a votar a favor del Partido Socialista.
Casi que no merece la pena pararse a contar todos los grupos partidos, coaliciones y procesos de escucha ciudadanos que han hecho falta para llegar a este mejunje pero el hecho es que, pese al voluntarismo del Partido Popular, la famosa coalición Frankenstein se iba a repartir los cargos en la mesa del Congreso.
Por supuesto, esto es solo un anticipo de lo que nos espera en el resto de la legislatura. Empezaremos con un espectáculo teatral interpretado por el fugitivo Puigdemont en el que pondrá caritas y hará aspavientos diciendo perrerías de España y de los partidos españoles pero al final acabará votando a Sánchez porque sabe perfectamente qué es el único capaz de vender a su madre a cambio de los votos que el decadente partido nacionalista ha conseguido en estas elecciones. Los independentistas catalanes tienen que llevar al máximo su teatro porque saben perfectamente que todo el que se presta a hacer de tonto útil para Sánchez acaba siendo castigado en las urnas y Juntos por Cataluña ya era un partido con unos resultados menguantes antes de estas elecciones pero ahora se le presenta una oportunidad de oro para hacer valer los pocos votos conseguidos.
No hay que perder la oportunidad esperanza de ver en las otras pistas del circo cómo aparecen otros partidos con el cazo puesto para conseguir unos milloncejos más para su autonomía, unos cuántos carguillos más para su partido y unas pocas subvenciones para todo tipo de fundaciones y chiringuitos que les garantice colocar a toda la parentela y simpatizantes del partido. A eso ha quedado reducida la negociación para la formación del Gobierno.
Y por supuesto no hay que descartar una sorpresa de última hora que intentarán dar algunos grupúsculos que necesitan que se les haga casito y que amagarán con no dar su voto a Sánchez pero, después de obtenido el chorro de prebendas, carguillos y subvenciones, acabarán apoyándole en la sesión de investidura. Veremos a ver cuánto dura y qué tiene que hacer Sánchez para mantenerse al frente de un circo en el que cada payaso quiere actuar en la pista central a la misma hora y para el mismo público, como es el caso de los nacionalistas vascos y catalanes de derechas e izquierdas que se llevan a matar entre ellos pero ven al Gobierno socialista como una vaca a ordeñar. Eso y que a Pablo Iglesias o a cualquier otra estrella mediática no se le crucen los cables y acuse a Sánchez de fascista y le bloquee una ley, los presupuestos o se dedique a hacerle la vida imposible.
Es fácil notar que en todo este resumen de lo que va a ser el proceso de nombramiento de un nuevo presidente del Gobierno no ha aparecido ninguna propuesta que beneficie lo más mínimo a los ciudadanos o que sirva al interés de España. Hoy día el descrédito de las instituciones es absoluto y todo el mundo acepta con naturalidad que formar gobierno consiste en repartirse los sillones y las subvenciones para los chiringuitos.
Y luego vendrá lo de gobernar. ¿Apoyarán los nacionalistas catalanes y vascos la ley que regule el peaje en las autovías nacionales por sus autonomías para financiar al estado opresor? Si divertido va a ser la formación del Gobierno, la legislatura va a ser un no parar.
Aquí estaremos para ver el espectáculo y contártelo.
