Cuando el Partido Popular se quedó sin dirección nacional tras el enfrentamiento de Casado con Ayuso se buscó un líder regional que tuviese experiencia de gobierno y acumulase éxitos electorales y el gallego Alberto Núñez Feijóo parecía el candidato ideal. O al menos le pareció el candidato perfecto a una mayoría del Partido Popular porque desde la calle se veía perfectamente que era la madrileña Ayuso la que estaba llamada a ser la líder del Partido Popular que acabara con Pedro Sánchez.
Las elecciones del pasado 23 de julio han puesto a Feijoo frente a una realidad con la que no estaba acostumbrado a lidiar. En su feudo gallego El Partido Popular había puesto en marcha una versión blanqueada del nacionalismo qué le permitía presentarse como el más gallego de los partidos aún siendo parte de un Partido Nacional. Para entender esto nos basta con saber que en Galicia no se puede estudiar en español, exactamente lo mismo que en la Cataluña más independentista. Este nacionalismo pueblerino le ha permitido sumar tres mayorías absolutas haciendo una gestión mediocre pero quitándole a los partidos regionalistas la bandera del galleguismo. En Madrid, en cambio, Núñez Feijóo simplemente representa una alternativa de derecha moderada, casi se podría llamar centro derecha, pero ese terreno político ha resultado ser muy resbaladizo dado que el centro izquierda de Pedro Sánchez se ha despeñado por los barrancos abiertos por Podemos y a la derecha del partido ha aparecido Vox para quedarse con buena parte del electorado más tradicionalista del partido.
Pese a que los resultados electorales de julio reflejan una subida casi espectacular del Partido Popular, en realidad han puesto a Núñez Feijóo en una encrucijada en la cual parece estar absolutamente noqueado. Los ciudadanos asistimos asombrados como Núñez Feijóo sigue pensando que ha ganado las elecciones sin aceptar dos hechos que a todos nos resultan bastante evidentes:
- Pedro Sánchez va a pactar absolutamente con todo el mundo y a conceder cualquier petición de cualquier tipo, sea legal o no, para obtener una mayoría suficiente que le permita seguir en el Gobierno mientras que sus socios, incluida toda la morralla periférica, aprovecharán la ocasión para obtener prebendas, transferencias de competencias y concesiones de todo tipo.
- Vox es su socio natural pero la dirección del Partido Popular insiste en tratarlo como un rival. Ya se ha visto en la votación para la constitución de la mesa del Congreso que el trato que Núñez Feijoo reserva al partido de Abascal no puede ser más despectivo. Mientras Sánchez no ha dudado ni un segundo en conceder puestos en la mesa a su socio Sumar, el Partido Popular ha exigido a Vox que le entregue sus votos sin dar nada a cambio, a lo que el partido de derechas se ha negado y los populares sólo han obtenido sus propios e insuficientes votos.
Así que ahora tenemos a Núñez Feijoo insistiendo en que ha ganado las elecciones y en que tiene votos suficientes para presentarse como candidato a la presidencia del Gobierno mientras todo el mundo se da cuenta de lo absurdo de la situación, en una especie de fábula del rey desnudo. Evidentemente, si se presenta sin hacer simultáneamente concesiones a Vox y al PNV (cosa del todo imposible) el tortazo va a ser sonado y la imagen de político templado pero inteligente y resolutivo que traía de Galicia va a saltar por los aires.
Mientras tanto, en otro rincón del Partido Popular, Ayuso y su equipo van dejando pacientemente que las cosas caigan por su propio peso.