El encargo del monarca a Alberto Núñez Feijoo ha sido recibido como una suerte de maniobra política que otorga un valioso margen adicional a Pedro Sánchez para jugar sus cartas en las negociaciones con sus posibles aliados, en particular con las fuerzas independentistas. Este movimiento también permite que el espectáculo liderado por los populares continúe su marcha hacia un predecible naufragio, aunque con un poco más de tiempo para disfrutar del espectáculo.
En medio de esta jugada, el presidente en funciones aprovechará la oportunidad para pintar a Núñez Feijoo como un líder del PP prácticamente aislado, arrinconado junto a la ultraderecha de Vox. Una imagen que le servirá para reforzar su narrativa de que ambos partidos comparten una trayectoria política paralela y, por lo tanto, merecen el mismo escrutinio.
El hecho de que el Rey haya propuesto a Feijóo como candidato para una investidura que se percibe como improbable fue recibido con un silencio ensordecedor por parte del Partido Socialista, que apenas emitió una tibia reacción a través de Twitter. Mientras tanto, en las sedes de Ferraz y Génova, las reacciones fueron medidas y se anunció un despliegue mediático para el día siguiente.
A pesar de que el PSOE había afirmado previamente que no bloquearía los intentos de Feijóo de obtener la confianza del Congreso, Sánchez cambió de tono al afirmar que solo él tenía la clave para formar una mayoría capaz de crear un nuevo gobierno. Esta declaración sugiere que Sánchez espera que el líder conservador fracase en su intento de investidura en dos sesiones parlamentarias, algo que, según Sánchez, está prácticamente asegurado. Los partidos independentistas como el PNV, ERC, EH Bildu y Junts per Catalunya ya han manifestado su rechazo a pactar con Feijóo debido a sus vínculos con Vox por razones obvias: entre las propuestas del partido de Abascal está la ilegalización de los partidos que persigan el desmembramiento de España, tal y como ocurre en todos los países europeos.
Mientras tanto, el PSOE ha estado entablando conversaciones con fuerzas políticas como el PNV para buscar una alianza. En este contexto, Sánchez también ha mostrado otro de sus cambios de opinión hacia Junts per Catalunya, reconociendo su «legitimidad» y trabajando en posibles entendimientos con el partido de Carles Puigdemont. En este proceso, incluso se están evaluando las posibles consecuencias penales de una amnistía para los involucrados en el proceso independentista catalán a sabiendas de que la Constitución prohíbe expresamente las amnistías; simplemente se trata de buscar la manera de saltarse las leyes aunque luego los Tribunales, diez años después, digan que ha sido ilegal (o incluso forzando al servil Tribunal Constitucional a decir que una norma así sería perfectamente legal, como ya hicieron con la Ley de Violencia de Género).
A pesar de los intentos de Feijóo y del optimismo proyectado desde Génova, la realidad aritmética del parlamento es abrumadora. Los socialistas están en busca de alianzas, mientras que partidos como Sumar buscan aprovechar el margen temporal otorgado por el intento del PP para construir una nueva mayoría. Podemos, por su parte, critica la actuación del Rey y minimiza el papel de Yolanda Díaz, quien está intentando ganar apoyos.
En resumen, el encargo del Rey a Feijóo ha proporcionado un valioso respiro a Sánchez y ha puesto en evidencia la fragilidad de los intentos del PP por alcanzar la investidura. Las opciones para Feijóo son escasas, con una mayoría en su contra y pocas perspectivas de romper la unión de la izquierda. Con el futuro incierto, se vislumbra un escenario donde la única salida sería un gobierno encabezado por Sánchez o la convocatoria de elecciones anticipadas… pero cualquiera que se jugase su dinero apostaría por lo primero, sea cual sea el precio que los socialistas tengan que pagar.