En medio de la actual ola de movimientos «Me Too» y la creciente influencia de la cultura «woke», la controversia alrededor del beso que el presidente de la Federación Española de Fútbol dió a una de las jugadoras durante la entrega del título de campeonas del pasado Mundial de fútbol ha dejado perplejos a muchos. El presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, se encuentra bajo fuego por un beso que, según afirma, fue completamente consentido. ¿Es esto realmente un asunto que justifica la caza de brujas en la que se ha convertido?
Ante la Asamblea General de la Federación, Rubiales expresó su incredulidad ante la magnitud de la reacción: «El beso fue consentido. Jenni me levantó del suelo a mí y yo le pregunté por un pico y me dijo que vale. Ya he perdido perdón por el gesto. ¿Creen que eso merece esta cacería? ¿Esto merece mi dimisión? Pues les digo una cosa. No voy a dimitir».
Las críticas hacia Rubiales se han intensificado en los últimos días, con acusaciones de mala gestión de la crisis y la FIFA involucrada. Según la FIFA, el beso y otros gestos en el palco podrían violar ciertas disposiciones disciplinarias. Pero, ¿no es esto una sobreinterpretación de un momento de emoción en un contexto festivo?
Rubiales trató de contextualizar el beso en su comparecencia: «Fue espontáneo, mutuo, eufórico y consentido. El deseo que podía tener en ese beso era exactamente el mismo al que podría tener dándole un beso a una hija. Y no hay posición de dominio». Parece que la narrativa que rodea a este incidente ignora la posibilidad de que el beso haya sido simplemente un acto sincero de celebración en un ambiente festivo.
A pesar de las llamadas a la dimisión por parte de figuras políticas y el Consejo Superior de Deportes, Rubiales ha mantenido su postura. Y aunque el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha calificado su comportamiento como «inaceptable», es importante recordar que las acusaciones de inaceptabilidad a menudo se basan en la subjetividad y las sensibilidades cambiantes. Y, si no, véase la nula reacción de la progresía ante el beso de Anabel Alonso a Jordi Cruz, el presentador de Master Chef o el sobeteo constante al que somete Yolanda Díaz a sus compañeros políticos.
No se puede negar que el presidente Rubiales ha estado en el centro de la atención debido a controversias previas, como la destitución del seleccionador Julen Lopetegui en 2018 y la decisión de llevar la Supercopa de España a Arabia Saudita. Sin embargo, estas acciones anteriores no deberían sesgar automáticamente la percepción de su comportamiento actual.
En última instancia, la magnitud de esta controversia y la rapidez con la que se ha inflado merecen ser cuestionadas. En una sociedad que busca constantemente la justicia y la equidad, es fundamental recordar que cada situación debe ser evaluada con un enfoque equilibrado y considerando todos los aspectos. La reacción actual plantea la pregunta: ¿hemos llegado a un punto en el que cualquier gesto de celebración puede ser interpretado como ofensivo hasta el punto de acabar con su carrera profesional?