En el mundo económico uno de los fenómenos más preocupantes es el de la inflación. La subida de precios es un veneno que arruina economías y que acaba destruyendo la riqueza de las naciones; basta con ver el caso argentino para entender que la inflación puede llevar a un país de las primeras posiciones en renta per cápita a nivel mundial a codearse con los países del África Ecuatorial en el reparto de la miseria.
Ahora bien, las explicaciones que desde los medios de comunicación se dan de la inflación suelen estar orientadas a librar a los gobiernos de toda culpa de esa inflación porque ya se encargan esos gobiernos, mediante la compra de publicidad institucional o de subvenciones directas, de sobornar su línea editorial y evitar la crítica que se supone es la principal tarea de lo que en otros tiempos fue el cuarto poder pero que hoy día no es más que una terminal mediática de los partidos políticos.
En el relato de la inflación que hemos visto en España nos han vendido que la inflación que padecemos se ha debido siempre a causa externas frente a la que el Gobierno español no podía hacer nada (salvo subir los impuestos y dar subvenciones, claro).
De la galopante inflación que estamos sufriendo desde el año 2020 se ha culpado a la pandemia porque interrumpió las cadenas de suministro y creó lo que pomposamente se llevó se llamó un shock de oferta. Sin embargo los años han pasado y esos problemas de fabricación y distribución ya no existen y los precios siguen subiendo. Por lo tanto, no debió ser la interrupción de la cadena de suministro la causa de la inflación.
Cuando falló el relato de la pandemia, se pasó a culpar a la guerra de Ucrania por el vuelco que dio al mercado de combustibles fósiles debido a las sanciones occidentales contra el petróleo y el gas ruso. En esos años el petróleo pasó, aproximadamente, de 50 a 90 dólares por barril y los medios de comunicación nos vendieron una situación de pánico ante la posibilidad de un invierno sin gas natural con millones de muertos por congelación en toda Europa, lo que justificaría un aumento disparatado de los precios de la energía. Con su adaptabilidad natural, los mercados supieron recomponer la cadena de suministro de petróleo y aparecieron proveedores alternativos y se incentivó la explotación de nuevos recursos petrolíferos que han hecho que en 2024 estemos ante una sobreproducción de petróleo que está llevando los precios a la baja y que si no caen más, es por los recortes voluntarios de los países productores que prefieren mantener unos precios altos, dado que los costes de producción también han subido. Con todo eso el petróleo ahora mismo, en febrero de 2024, está más o menos estable alrededor de los ochenta dólares por barril pero los precios siguen subiendo, con lo cual va a resultar que los precios de la energía tampoco son la causa de la inflación.
En tercer lugar, en España tenemos a una nueva casta política que vive en los mundos de Yupi y que ha decidido situar en la diana la avaricia empresarial como causa de todos los males y acusa a las empresas de aumentar despiadadamente sus márgenes a costa de los consumidores para aumentar lo indecible sus beneficios mientras que cualquier estudio sobre cualquier sector de la economía española demuestra que los márgenes de beneficio de las empresas españolas están disminuyendo en términos porcentuales y el creciente aumento de cierres empresariales y de despidos en el sector privado demuestran que no es la buena marcha de las cuentas de las empresas o el aumento de sus beneficios lo que provoca la inflación.
Ante esta tozudez de la inflación, que persiste pese a que desaparecen o simplemente no existen los factores a los que sesudos economistas atribuyen los aumentos de precios, en muchos medio de comunicación se puede leer y escuchar análisis que atribuyen la inflación a causas más o menos exóticas o que buscan explicaciones técnicas fundadas en teorías monetarias y en cifras sobre activos financieros en manos del público, tipos de interés o movimientos especulativos en los mercados de capitales. En mi opinión, todos ellos están profundamente equivocados y no entran en la verdadera razón de la inflación, bien porque realmente son unos economistas muy malos, bien porque desde la esfera política les llegan instrucciones para desviar la atención de las verdaderas causas de la inflación.
La inflación, por mucho que lo intenten complicar los expertos, es un fenómeno bastante sencillo que se basa en la oferta y la demanda de dinero. El dinero no deja de ser una herramienta con la que las sociedades operan para intercambiar sus bienes y servicios y si en una determinada sociedad se oferta más dinero por una manzana eso implicará que el precio de la manzana sube; así de sencillo. Lo que está pasando en España y en la mayoría de las economías occidentales es que los gobiernos están lanzando al mercado cantidades ingentes de dinero por la vía del déficit público. Y eso está haciendo y esa mayor oferta de dinero está haciendo que suban los precios.
Pongamos un ejemplo: imaginemos que la economía española produce una cifra redonda de un billón de euros y que producimos un billón de manzanas, con lo cual cada manzana que producimos vale un euro. Ahora imaginemos que el gobierno contrata cien mil funcionarios adicionales que son absolutamente innecesarios y que no producen absolutamente nada pero eso genera un gasto adicional de cien mil millones de euros. Como la producción económica no ha aumentado, es decir sigue siendo de un billón de manzanas en nuestro ejemplo, ahora el Gobierno tendrá que imprimir cien mil millones de monedas de un euro para pagar los salarios de esos funcionarios adicionales. Resultará entonces que ahora tenemos en circulación un billón cien mil monedas para pagar un billón de manzanas y eso acarreará inevitablemente una subida del precio de las manzanas del 10% hasta situarse en 1,1 euros por manzana.
Esta situación explicada con euros y manzanas es lo que estamos viendo todos los días en la economía española y en otras economías occidentales. Los gobiernos asumen déficits astronómicos y se imprimen cantidades ingentes de billetes para sufragarlos, con lo cual los precios suben y mientras no se frenen esos déficits públicos, la inflación va a seguir subiendo. Teniendo en España como tenemos a Pedro Sánchez y a la Yoli al frente del barco, ya te digo yo que nos queda inflación para rato, a no ser que Puigdemont y Pablo Iglesias decidan amargarle la vida y al final se acabe cansando (aunque con lo que le gusta el Falcón y el sillón de Moncloa, igual sigue ahí hasta que lo echen a patadas o tenga que convocar elecciones por ley con la Guardia Civil en la puerta).