Para entender todos estos episodios de la confección de la lista de Sumar para las próximas elecciones europeas, hay que partir de la base de que sus propias estimaciones les atribuyen cuatro escaños en el Parlamento Europeo, perdiendo dos respecto a las anteriores elecciones principalmente por el desgaste de la marca blanca del PSOE y por el enfrentamiento con Podemos. Hay que tener en cuenta que, a diferencia de los ciudadanos de a pie, para los aparatos de los partidos políticos estas elecciones europeas son muy valiosas porque cada uno de esos puestos no sólo asegura un sueldazo enorme libre de impuestos para el parlamentario elegido sino un dineral adicional para asesores y personal administrativo que permite colocar a un buen puñado de militantes, carguillos del partido y familiares, además del altavoz y el prestigio adicional que da tener un parlamentario europeo.
Por eso, la confección de las listas para las elecciones europeas por parte de Sumar se está convirtiendo en una verdadera serie de televisión política, donde cada capítulo nos deja con más preguntas que respuestas y la trama se complica con cada giro inesperado. Yolanda Díaz y su equipo, en un esfuerzo por unificar a la izquierda alternativa del PSOE bajo la bandera de Sumar, se encuentran en una encrucijada que bien podría ser el guion de un thriller político, si no fuera por lo patético de sus protagonistas, todos ellos políticos de tres al cuarto, verdaderos discapacitados intelectuales que sólo han encontrado salida profesional en la política pero son incapaces de entender, por ejemplo, la gravedad del déficit público.
Comencemos por el principio: Izquierda Unida, ese histórico partido que siempre ha peleado por su lugar al sol en el espacio de la izquierda, ha lanzado un aviso a navegantes: las negociaciones para conformar la lista unitaria para el Parlamento Europeo están en «punto muerto». Esta llamada de atención no es menor, considerando que IU busca asegurarse el puesto número dos para su eurodiputado Manu Pineda, una aspiración tan legítima como ambiciosa, teniendo en cuenta el reparto de cartas en esta partida de póker político.
Por otro lado, Compromís, aquel partido valenciano que presume de su pragmatismo y capacidad de negociación, se muestra impaciente por cerrar un acuerdo antes de explorar alternativas por su cuenta. Esta actitud, por supuesto, eleva la temperatura de las negociaciones, ya bastante caldeadas, al nivel de un episodio de verano en Valencia.
Más Madrid y los comunes tampoco se quedan atrás en esta carrera por asegurar un buen puesto de salida. Cada uno, con sus propias expectativas y demandas, complica aún más el panorama para Sumar, que intenta desesperadamente tejer una alianza coherente y competitiva para las próximas elecciones europeas.
La cuenta de la vieja es que hay cuatro puestos garantizados pero Sumar, Compromís, Izquierda Unida, Más Madrid y Comunes son cinco y nadie quiere quedarse sin poltrona.
Lo curioso del caso es que mientras estas negociaciones se enredan como un ovillo de lana, la figura de Mónica Oltra emerge como un posible «activo político imprescindible» para Sumar, según palabras del portavoz Ernest Urtasun. La política valenciana, recién librada de sus propios embrollos judiciales, se convierte en una carta que todos miran de reojo, preguntándose si será la jugada maestra que necesita Sumar para reavivar sus esperanzas electorales.
Entre vetos cruzados, amenazas de candidaturas alternativas y la sombra siempre presente de unas primarias que nadie parece querer, pero que todos mencionan como último recurso, la construcción de la lista de Sumar para las elecciones europeas se asemeja más a una partida de ajedrez jugada en una montaña rusa. Las piezas se mueven en todas direcciones, algunas caen, otras avanzan, pero el jaque mate parece aún lejano.
Resumiendo el sainete en una frase, se podría decir que todos quieren un puesto en la lista de Sumar, pero desde fuera de Sumar.