Viendo los resultados electorales en las elecciones autonómicas de Cataluña de ayer domingo, me vienen a la cabeza dos ideas rápidas:
- la primera es que el independentismo ha perdido la mayoría absoluta en el Parlamento autonómico catalán y por ahora queda descartado cualquier intento de declarar la independencia por la vía unilateral y tal y como amenazaba Puigdemont y como exigen los sectores más radicales del independentismo. Esa minoría parlamentaria nace del hecho de que los partidos de ámbito nacional han recibido seis de cada diez votos mientras que los partidos autonómicos solo se han quedado con los otros cuatro; si esa diferencia no se ha traducido en una derrota mayor del independentismo en el Parlamento catalán es por la artimaña incrustada en el sistema electoral por la que los votos en las comarcas rurales del interior de tradición nacionalista proporcionan más diputados regionales que los votos en las ciudades y zonas costeras más modernas y abiertas.
- la segunda es que el reparto de escaños en el Parlamento autonómico catalán traza un mapa perfecto que encaja exactamente con los intereses de la clase política catalana porque permite que el foco se ponga en el reparto del poder, en los pactos y en las alianzas y exclusiones de unos y otros partidos, es decir, el politiqueo puro. Lo malo para los catalanes de todo esa cháchara política es que los asuntos que realmente van a determinar su día a día pasan a segundo plano y por eso la sanidad pública en Cataluña seguirá empeorando, la inseguridad seguirá campando a sus anchas y las empresas se seguirán yendo a Madrid mientras la inversión extranjera esquiva a Cataluña. Por supuesto, en este escenario los que más tienen que ganar son los que más gritan y los que salen mejor en televisión con poses radicales y demagógicas y discursos maximalistas.
A fin de cuentas estos resultados electorales son un desastre para Cataluña y los catalanes porque pone el centro del debate público en cuestiones meramente políticas y deja al margen los problemas de los ciudadanos pero es lo que los catalanes han votado, así que con su pan se lo coman. En los próximos años los catalanes podrán contemplar cómo, mientras sus políticos discuten y se acusan mutuamente de traicionar al pueblo catalán, Madrid seguirá creciendo económicamente y se irá alejando en PIB y renta per cápita sin que ninguno de ellos sea capaz de centrarse en buscar una explicación a ese fenómeno que no sea el fácil «España ens roba». El termómetro perfecto para medir la diferencia entre Madrid y Barcelona es la situación institucional (no digo ya la deportiva) de sus principales clubes de fútbol.
En cuanto a las consecuencias de estos resultados electorales en la política nacional, está por ver cómo reaccionan unos y otros y cómo acaba todo eso afectando a la mayoría parlamentaria que necesita Pedro Sánchez para conseguir sacar cualquier Ley en el Congreso de los Diputados. El problema que tiene ahora Pedro Sánchez es que podría intentar formar gobierno en Cataluña juntando los votos de socialistas, republicanos y comunes pero eso dejaría fuera de juego a la banda de Puigdemont, lo que le garantiza problemas en Madrid. Pero es que si decide aliarse con Juntos por Cataluña sus problemas no van a ser menores porque, por un lado, tendrá que ceder la presidencia de la Generalidad (eso sería lo de menos porque todo el mundo es consciente de que Salvador Illa es una marioneta en manos de Sánchez) pero, por el otro lado, se ganaría el voto en contra en Madrid de los republicanos, que le es imprescindible para alcanzar cualquier mayoría, porque en ERC ya me imagino que se habrán dado cuenta de que lo rentable electoralmente es tener una postura de oposición y de chantaje al Gobierno central como la que ha mantenido Puigdemont en estos últimos meses.
Al final, Cataluña seguirá viendo aumentar los índices de criminalidad en las calles, las listas de espera seguirán creciendo en la sanidad pública, los niños seguirán perdiendo puntos en los informes PISA, los tribunales seguirán al borde del colapso y las empresas seguirán cerrando pero, eso sí, los periódicos y las redes sociales estarán llenas de proclamas y memes sobre el politiqueo catalán. ¡Qué hartura!