Desde que Internet se convirtió en un fenómeno masivo a principios de este siglo, los diarios en papel no han dejado de perder difusión. Sí a primeros a principios de este siglo las cabeceras más difundidas sobrepasaban el medio millón de ejemplares y Marca se acercaba al millón, hoy día ninguna de estas cabeceras supera los cincuenta mil ejemplares diarios. Por ejemplo, el que fuera buque insignia de la prensa española, el diario El País vendía en 2004 la increíble cantidad de cuatrocientos sesenta y nueve mil ejemplares diarios de media mientras que en el año 2023, que es el último año completo con datos disponibles, no llega a los cincuenta y dos mil y su difusión se reduce entre un 5 y un 10%, cada año.
La razón de esta caída es que los periódicos en papel se empeñaban en seguir vendiendo noticias, sin darse cuenta de que esa misma información estaba disponible de modo gratuito a través de Internet. En aquellos primeros momentos todavía no existían las redes sociales (Facebook aparece en 2006) pero ya había una infinidad de sitios web que ofrecían gratuitamente las mismas noticias de agencia que se podían encontrar en cualquiera de lo que antes se llamaban cabeceras. Hoy día solo sobreviven los periódicos que han entendido que las noticias han dejado de tener valor per se porque se pueden encontrar en Internet, en la radio o en la televisión instantáneamente y los usuarios solo están dispuestos a pagar por contenidos exclusivos del medio como puedan ser la información local generada por los periodistas del diario, los artículos de opinión de opinadores influyentes, las exclusivas o reportajes in situ u otros servicios como, por ejemplo, los juegos diarios y pasatiempos que ofrece el New York Times.
Sin embargo, en el caso español la tendencia puramente comercial de la que hablo en los párrafos anteriores se ve infectada por una particularidad de nuestro mercado: la mayoría o al menos buena parte de los ingresos de todos esos periódicos provienen ahora de las subvenciones directas, la publicidad institucional y de las suscripciones de los organismos públicos, de modo que sus periodistas no pueden morder la mano que les da de comer.
El hecho es que los periódicos han perdido toda su credibilidad informativa y hoy el ciudadano medio está convencido de que todo lo que va a encontrar en un periódico está filtrado por el prisma político de quien paga su subvenciones. Y sin credibilidad un periódico deja de ser un producto interesante porque ¿quién va a querer pagar para recibir una avalancha de publicidad política?
La sumisión de la línea editorial a las directrices que se emanan desde el poder político es especialmente ridícula en algunas cabeceras como El País, al que ahora todo el mundo llama Lopais por su indisimulado seguimiento de las consignas de la banda de Pedro Sánchez. Si se entra en Twitter (después hablaré de eso) es mucho más jugoso lo que se encuentra en la etiqueta #lopais que si se lee solo el contenido oficial del propio periódico.
Habría que ver qué pasaría con los periódicos en España si se eliminasen la subvenciones y la publicidad institucional como ha hecho Javier Milei en Argentina. Me imagino que desaparecerían casi todos porque ahora mismo a quienes estamos sosteniendo entre todos los españoles con nuestros impuestos ya no son periodistas sino funcionarios que nos cuentan una visión del mundo siguiendo las órdenes de los políticos que les pagan y cada vez más ciudadanos nos negamos al adoctrinamiento progre.
El giro que todos los periódicos han intentado dar hacia la financiación con publicidad online y la suscripciones está resultando especialmente improductivo porque España es un país que se está empobreciendo y cada vez menos gente está dispuesta a pagar por la prensa online o tiene suficiente dinero como para elegir esta opción en vez de la información disponible gratuitamente. El único medio que presume de su cartera de suscriptores es el país, que alega tener trescientos cincuenta mil suscriptores mensuales; pero si se les concede, que ya es mucho conceder, que su suscriptores paguen una media de diez euros mensuales, eso apenas se traduce en tres millones y medio de euros mensuales o cuarenta y dos millones de euros anuales, es decir, la décima parte de lo que les cuesta mantener abierto el periódico. ¿De dónde sale el resto del dinero?
Junto a todo este proceso de paulatina desaparición de los periódicos, ha ocurrido un suceso que no estaba en el guión pero que está acelerando el proceso. Hace un par de años un multimillonario compró la red social Twitter y la ha convertido en la mayor fuente de información del planeta. Elon Musk se gastó cuarenta y cuatro mil millones de dólares (seguramente ahora mismo la plataforma no vale ni la cuarta parte de eso) porque le gustaba la red social pero sufría la moderación woke que entonces se imponía en Twitter, al igual que en todas las redes sociales. En estos dos años han cambiado muchas cosas y ya no hay comités de moderación progres dictando a los usuarios qué pueden decir y qué no pueden decir, de manera que los ciudadanos han encontrado un una red social donde pueden expresar libremente sus opiniones. Esto ha sido demoledor para los medios de comunicación tradicionales que ha visto expuesta a sus vergüenzas y que constantemente se ve desacreditada por el periodismo ciudadano que con fotos, vídeos y documentos oficiales, desmonta muchas de las mentiras que nos intentan colar.
Estos nuevos aires de libertad en Twitter han dado lugar a un crecimiento masivo de la aplicación que se ha convertido a nivel global en la primera fuente de información para muchos millones de usuarios de Internet y de hecho ha desbancado en las clasificaciones de descargas de apps de información a todas las aplicaciones de los medios oficialistas. El nuevo ambiente de libertad también ha forzado a otras redes sociales a intentar liberarse de la dominación woke a la que estaban sometidas porque es frecuente que las escandalosas decisiones de los moderadores progres que mandan en esas redes sociales se vean ridiculizadas en Twitter. Si quiere puede usted mismo hacer la prueba e intentar subir a un vídeo en TikTok donde critique aunque sea levemente a la comunidad trans y verá como es censurado en 30 segundos; pero puede criticar a la Iglesia Católica, a los trans, a Vox, al partido comunista o a Irene montero en Twitter y su mensaje no solo no será censurado sino que será aplaudido por unos y criticado por otros, como era normal hasta que se impuso el pensamiento único progre que nos ha asfixiado durante los últimos años hasta que Elon Musk tomó el control de Twitter.
Y así, entre la competencia existente entre el mundo online, la pérdida de credibilidad de los medios subvencionados y el periodismo ciudadano que se está haciendo desde Twitter, la prensa en papel sigue su camino cuesta abajo y sin frenos hacia su inevitable desaparición.
Será un goteo lento pero incesante de los pocos que todavía no han cerrado su edición en papel porque todo el que tenga unos cuantos años seguro que capaz de escribir aquí abajo, en los comentarios, el nombre de una cabecera en papel que haya desaparecido últimamente de los cada vez más escasos quioscos de prensa.
Hay una cosa que no tienes en cuenta y es que en todas las mercancías el precio es un factor determinante para el comprador y cuando el precio de un producto es cero todos los demás productos de la competencia son carísimos.
Si alguien puede leer las noticias gratuitamente, pagar simplemente un euro y pico, lo que vale un café, por un periódico es un coste altísimo en comparación con las otras opciones disponibles.
Para que se me entienda, si para entrar en cualquier periódico online hubiese que pagar diez céntimos para entrar, mucha gente sí se plantearía la posibilidad de comprar un periódico en papel que les dé, por unos céntimos más, algún beneficio marginal pero contra la gratuidad absoluta no hay nada que hacer.
Bastante han durado ya los periódicos, que han resistido doscientos años con el mismo modelo de negocio.
Gracias, FS, muy interesante tu punto de vista.
Pero no me negarás que la falta de credibilidad les está haciendo daño.
Es posible, pero no hay datos que lo corroboren porque, además, la orientación política explícita de un periódico puede traerle a lectores que de otra forma no se hubiesen acercado al kiosco y que más que información, buscan la confirmación reconfortante de sus puntos de vista sobre la actualidad.
El hecho es que la pérdida de difusión en papel de los periódicos DE TODO SIGNO POLÍTICO sí es un hecho constatable y es constante desde hace veinte años, con algunas oscilaciones que se pueden explicar conforme a los vaivenes de la economía española que, por otra parte, tampoco distan mucho de lo que se puede ver en otros mercados.
Los periódicos en papel se encaminan a la extinción en Estados Unidos, Alemania, Inglaterra o Francia, mercados donde hace treinta años eran los reyes indiscutibles en la creación de la opinión pública.
Yo creo que lo que los está matando en la competencia de Internet. No pueden pretender seguir dando noticias en papel porque cuando se leen ya son noticias de ayer. La inmediatez de la red es imposible de vencer.
Tienes razón en lo que dices de que España es un caso particular porque en estos últimos años los periódicos están completamente subvencionados mediante la publicidad institucional o las ayudas directas y son solo la correa de transmisión de las consignas de los partidos políticos pero eso solo ha sido la puntilla que los está terminando de matar: el problema ya venía de antes.
Lo de las subvenciones no sólo en España pero aquí la ponzoñosa intervención de la banda de Pedro Sánchez lo ha corrompido todo hasta el tuétano y las «ayudas» a la prensa (en realidad extorsión) no han sido una excepción.