En un escenario político convulsionado por la cercanía de las elecciones presidenciales, la violencia ha cobrado una nueva víctima. Fernando Villavicencio, candidato a la Presidencia de Ecuador, fue abatido a tiros a la salida de un mitin en Quito. Este miércoles negro ha dejado al país sumido en el caos y la incertidumbre.
Villavicencio, conocido tanto por su carrera política como por su papel como periodista de investigación, se hizo famoso por sus críticas implacables al expresidente Rafael Correa, pero también lo convirtieron en un blanco potencial para represalias ya que sus investigaciones pusieron de manifiesto las relaciones entre la izquierda gobernante en Ecuador y el narcotráfico, una relación que cada vez es más evidente en los países hispanoamericanos.
El asesinato de Villavicencio no puede entenderse en un vacío político. Ecuador ha sido testigo de una creciente ola de violencia que ha paralizado a la sociedad. Bandas criminales y el espectro del narcotráfico han sumido al país en un estado de inseguridad crónica provocada por las políticas permisivas de los gobiernos de izquierdas. En este caldo de cultivo, el candidato cayó por su vigorosa denuncia de la impunidad del narco, cuando no su abierta connivencia con los gobiernos progresistas regionales y locales.
El gobierno, liderado por Guillermo Lasso, ha respondido con una decisión radical: la declaración de un estado de excepción durante 60 días. Esta medida, sumada a la decisión de mantener las elecciones en pleno contexto de crisis, busca aplacar los ánimos y transmitir la imagen de control gubernamental. Sin embargo, la estrategia parece tambalearse en medio de un ambiente enrarecido y una población que demanda acciones concretas, no solo declaraciones grandilocuentes.
El panorama político ecuatoriano se ve cada vez más enredado en una trama de violencia y corrupción, donde los límites entre partidos de izquierda y criminales parecen difuminarse. La lucha contra el crimen y el narcotráfico, presentada como una promesa electoral recurrente, ha quedado en entredicho ante la realidad palpable de una sociedad ya que el único candidato que realmente prometía tomar medidas contundentes ha sido eliminado y ahora los ecuatorianos tendrán que elegir entre candidatos que mantendrán las cosas como están para que nada perjudique los negocios del narcotráfico.
La muerte de Villavicencio no solo ha dejado una vacante en la contienda electoral, sino que también ha abierto interrogantes sobre el futuro de Ecuador. Los llamados a la unidad y a la acción inmediata se multiplican, pero la verdadera solución parece alejarse en un horizonte nublado por la violencia y la incertidumbre. En este contexto, los ciudadanos deber reflexionar si los partidos de izquierda hispanoamericana de verdad representan una alternativa viable o simplemente son parte del problema que aqueja a la sociedad ecuatoriana.