La aparente recuperación económica de China ha comenzado a tambalearse esta semana. Después de levantar las restricciones relacionadas con la pandemia de Covid-19, se pronostica que el PIB del país asiático crezca en torno al 5% en 2023. Sin embargo, la caída de las exportaciones y la disminución de los precios en julio están generando preocupaciones acerca de la estabilidad de la economía china. De manera irónica, esta situación parece estar inclinándose a favor de las naciones occidentales.
Es importante destacar los recientes datos que se han hecho públicos. En primer lugar, China sufrió en julio la mayor contracción en su comercio exterior desde febrero de 2020, con una caída del 14,5% en comparación con las expectativas previas. Simultáneamente, la economía china ha entrado en un periodo de deflación, con una disminución del 0,3% en los precios durante julio. Esta es la primera vez que los precios han bajado en China desde principios de 2021, cuando la pandemia estaba en su apogeo. La caída de los precios fue impulsada principalmente por los alimentos, especialmente la carne, cuyo costo descendió un 14%.
La actividad comercial es más débil de lo esperado y la guerra comercial entre China y Estados Unidos, exacerbada por los conflictos diplomáticos relacionados con Taiwán, juega un papel en estas presiones. Las exportaciones chinas a Estados Unidos han caído un 23%, y las recientes restricciones de inversión impuestas por la administración estadounidense empeorarán aún más esta situación.
La actividad manufacturera ha estado en contracción durante cuatro meses consecutivos, lo que demuestra la debilidad económica general de China. La reciente publicación del índice de precios al consumidor (IPC) es una confirmación de la desaceleración de la segunda economía más grande del mundo y como un indicio de una posible espiral deflacionaria.
¿Cuáles son las causas de este cambio en la situación? Hay una serie de problemas que se han entrelazado: un gasto de consumo doméstico lento, volatilidad en el mercado inmobiliario (China ha tenido una burbuja inmobiliaria mucho mayor que la de España a principios de siglo), caída en las exportaciones (en los países occidentales no están las cosas para comprar muchas teles nuevas), alto desempleo entre los jóvenes y una deuda pública local incontrolable.
Desde la perspectiva de los analistas, esta deflación podría ser beneficiosa para las economías occidentales. Tanto Estados Unidos como la zona euro han estado luchando contra la inflación durante meses y la situación actual en China podría ayudar a sus esfuerzos. China podría reducir la demanda de materias primas, lo que favorecería los esfuerzos de desinflación en las naciones occidentales.
Si la economía china se desacelera, esto podría perjudicar a aquellas economías dependientes de China, como Alemania, que es un motor económico en Europa.
Con los datos actuales en la mano, la economía china se dirige poco a poco hacia un estancamiento prolongado similar al experimentado por Japón en las décadas de 1990 y 2000. Este estancamiento es un reflejo de su particular invierno demográfico, originado por la política de hijo único y tiene el agravante de que en China todavía quedan ochocientos millones de pobres que hacen que la renta por cápita china sea bastante inferior a la de cualquier país europeo.
El Gobierno de Xi Jinping está implementando medidas de estímulo para evitar este escenario. Estas medidas incluyen aumentar el gasto público, reducir tasas e impuestos y mejorar la red de seguridad social para impulsar el consumo y reactivar la inversión y la actividad empresarial.
Sin embargo, estos estímulos también significarían un aumento en el gasto público pese a quee China ya tiene una deuda pública considerable, que alcanzó el 76,9% del PIB en 2022 y el 84,1% en 2023 y crece sin parar.