La relación entre Estados Unidos y China, dos gigantes económicos y políticos, ha experimentado un cambio drástico desde enero de 2018. Bajo la administración de Donald Trump se inició un distanciamiento que empezó por bloquear a Huawei, pero ésta no fue la única empresa china bajo escrutinio; ZTE y otras compañías también se encontraban en la mira de las autoridades estadounidenses. Estos eventos marcaron el inicio de una serie de tensiones que han llevado a Estados Unidos a replantear su relación comercial e industrial con China.
Diversificación industrial
En respuesta a las crecientes tensiones con China, Estados Unidos ha adoptado una estrategia de diversificación de sus lazos comerciales e industriales. El presidente Joe Biden, durante su reciente visita a Vietnam para acudir a la cumbre del G20 en Hanoi, ha destacado la importancia de fortalecer los vínculos con países asiáticos alternativos a China, como Vietnam, India, Singapur y Malasia. Estos países se han convertido en destinos atractivos para las empresas estadounidenses y muchas de ellas ya han establecido su presencia en la región desde hace años.
La diversificación estratégica tiene como objetivo reducir la dependencia de Estados Unidos de China, una dependencia que se ha forjado a lo largo de décadas. En un mundo cada vez más interconectado, es esencial para Estados Unidos mantener relaciones comerciales y de inversión sólidas con diversas naciones, en lugar de depender en gran medida de una sola. Esto permite a Estados Unidos mitigar los riesgos económicos y políticos asociados con una dependencia excesiva de un solo socio comercial, como puso de manifiesto el corte de la cadena de suministros durante la pandemia debido a la política de Covid Cero del gigante asiático, que se tradujo en cierres masivos de fábricas y puertos.
Un factor clave en el cambio de enfoque de Estados Unidos es la diferencia en los costos de producción entre su propio país y los países del sudeste asiático. Si bien Estados Unidos está fomentando la inversión en infraestructura de fabricación en su territorio, no significa que esté abandonando completamente sus operaciones en el extranjero. Algunas de las principales empresas de tecnología, como Intel y Apple, están aumentando su infraestructura de fabricación en Estados Unidos en respuesta a las políticas gubernamentales de Joe Biden pero estas empresas también reconocen que mantener una presencia global es esencial para mantener la competitividad. Los costos de producción en países como Vietnam, India, Singapur y Malasia son significativamente más bajos que en Estados Unidos, lo que les permite producir bienes a precios más competitivos. Esto es especialmente relevante en la industria de la tecnología, donde la eficiencia y la competitividad son cruciales.
Vietnam se ha destacado como un destino atractivo para la inversión y la fabricación de tecnología. Empresas como Intel ya han establecido una presencia sólida en el país con una planta de ensamblaje y verificación de chips de 1.500 millones de dólares. La participación de empresas líderes de la industria de semiconductores en la reunión en Hanoi sugiere que Estados Unidos busca reforzar su capacidad de fabricación de circuitos integrados en Vietnam.
La apuesta de empresas como Amkor y Marvell por Vietnam es un indicio de la creciente importancia de este país en la cadena de suministro global de tecnología. No sería sorprendente que Intel y otras empresas sigan su ejemplo y aumenten sus inversiones en Vietnam en los próximos meses. Esto no significa que Estados Unidos esté abandonando su base de fabricación interna, sino que está diversificando sus operaciones para adaptarse a las realidades económicas y comerciales cambiantes.
La estrategia de Estados Unidos
Los beneficios para Estados Unidos de su alejamiento industrial de China son múltiples. En primer lugar, reduce su vulnerabilidad a las fluctuaciones económicas y políticas en China. Las tensiones políticas y comerciales entre ambos países pueden tener un impacto significativo en las cadenas de suministro y las operaciones de las empresas estadounidenses que dependen en exceso de la producción china.
En segundo lugar, al diversificar sus operaciones, Estados Unidos puede acceder a mercados de rápido crecimiento en Asia y establecer relaciones comerciales más sólidas con países que comparten sus valores democráticos y económicos frente al nacionalsocialismo chino; la última vez que se miró con complacencia a una potencia ascendente en manos del nacionalsocialismo, ya sabemos todos que la historia terminó mal y es mejor ir plantándole cara antes de que sea demasiado tarde. Esto no solo garantiza la estabilidad económica, sino que también contribuye a la promoción de valores compartidos en la región y enseña a los ciudadanos del sudeste asiático que son mucho mayores los beneficios de la riqueza redistribuida por las democracias liberales que los que reparten los sistemas dictatoriales.
Por otro lado, los riesgos de no alejarse de China también son significativos. La dependencia excesiva de China como socio comercial y de fabricación podría exponer a Estados Unidos a amenazas económicas y políticas. Si las tensiones entre ambos países se intensifican aún más, las empresas estadounidenses podrían enfrentar restricciones comerciales, aranceles y sanciones que afectarían negativamente su capacidad para operar en el mercado chino.
Además, la concentración de la producción en un solo país puede llevar a problemas de seguridad de la cadena de suministro. Los eventos inesperados, como desastres naturales o conflictos políticos, podrían interrumpir gravemente la cadena de suministro y afectar la disponibilidad de productos y componentes clave.
El alejamiento industrial de China y la diversificación de las relaciones comerciales e industriales son estrategias inteligentes para Estados Unidos. Si bien no implica abandonar por completo la producción en su propio país, esta estrategia ayuda a mitigar riesgos, fortalecer relaciones con socios confiables y mantener la competitividad en un mundo globalizado. La reunión en Hanoi es un indicio claro de que Estados Unidos está comprometido con esta estrategia y busca asegurar su posición en la región asiática en evolución. El futuro de las relaciones entre Estados Unidos y China es incierto, pero la diversificación ofrece un camino hacia la estabilidad y la prosperidad económica a largo plazo.