El sector inmobiliario chino ha sido un motor clave del crecimiento económico durante décadas como lo fue en España a principios de este siglo. Durante este tiempo, se ha convertido en una industria de enormes dimensiones, llegando a un peso del 31% del PIB (en España llegó a ser un 22% en su máximo de 2007). Sin embargo, en los últimos años, ha enfrentado una serie de desafíos que amenazan su estabilidad y, por ende, la salud económica de China.
Por supuesto, esta crisis del sector inmobiliario y la consiguiente pérdida de PIB no significan que China vaya a hundirse ni que vaya a volver al comunismo (con el nacionalsocialismo les va muy bien) pero si se suma este factor a la guerra comercial con Estados Unidos (y en menor medida con Europa) y al cambio de tendencia demográfico, es factible aventurar que si China no ha llegado a su máximo pico de esplendor, no esté muy lejos de alcanzarlo y, de ahí en adelante, frene la carrera hacia la dominación del planeta que habían emprendido.
Uno de los principales problemas con que se han encontrado de golpe, ha sido la acumulación masiva de deuda por parte de empresas inmobiliarias como Evergrande. Estas compañías han estado financiando proyectos de construcción enormes por todo el país mediante la emisión de deuda y en muchos casos han recurrido a prácticas financieras arriesgadas. A partir de 2021, saltaron las alarmas cuando Evergrande empezó a fallar en algunos pagos y se conoció que su deuda total estaba alrededor de los 300.000 millones de euros, de los cuales unos 20.000 estaban en mercados occidentales.
Ahora Evergrande se encuentra con nuevas dificultades en su difícil proceso de reestructuración de deuda debido a una investigación en su principal subsidiaria, lo que podría acabar teniendo un impacto significativo en la economía china. La compañía anunció recientemente que ni siquiera cumple con los requisitos que le exigen los bancos para emitir nuevos pagarés para aplazar el pago de sus deudas; no es que no las pueda pagar, que no puede, es que los bancos ya no le dan más papel para firmar, debido a la investigación en curso sobre Hengda Real Estate Group, su unidad insignia en el territorio continental chino.
El mes pasado, Hengda, que es la unidad principal de Evergrande en China, informó que estaba siendo investigada por el regulador de valores debido a posibles violaciones de los requisitos de divulgación de información a los inversores (que ellos sabían que estaban quebrados y no se lo habían dicho a nadie, vaya). Esta noticia provocó un colapso en las acciones de Evergrande, que cerraron cayendo en un solo día más del 21% Hong Kong, arrastrando consigo a las acciones de otros desarrolladores inmobiliarios chinos.
Evergrande llegó a ser la segunda empresa inmobiliaria más grande de China, pero a fines de 2021 empezó a incumplir sus obligaciones financieras con los acreedores, desencadenando una crisis en el sector inmobiliario que continúa afectando a la economía china en su totalidad. Para hacerse una idea del batacazo de la compañía, basta con saber que su valor bursátil a principios de 2021 estaba alrededor de los 25 dólares de Hong Kong y ahora mismo esas acciones valen unos cuarenta céntimos, unas sesenta veces menos.
Evergrande lleva todo este tiempo salvar los muebles, tratando de llevar a cabo una reestructuración de deuda bajo la atenta mirada del gobierno chino. En marzo, la compañía, que tenía unas deudas totales de 328.000 millones de dólaes a finales de junio, presentó un plan multimillonario para llegar a un acuerdo con sus acreedores internacionales y presentó la declaración de bancarrota (suspensión de pagos) en Estados Unidos como parte de este proceso.
El anuncio de Evergrande del domingo llegó días después de que cancelara las reuniones con sus acreedores para reestructurar su deuda en el extranjero, alegando que estaban teniendo unas ventas decepcionantes en los últimos meses. Un exfuncionario chino señaló recientemente que China cuenta con suficientes pisos vacíos como para albergar a toda su población de 1.4 mil millones de habitantes.
La emisión de nuevos valores es una parte fundamental de ese plan de reestructuración de los más de 19.000 millones de dólares en deudas con inversores extranjeros. Según el plan, Evergrande ofreció dos opciones a sus acreedores internacionales: intercambiar sus bonos por nuevos valores con vencimientos de entre 10 y 12 años o convertirlos en diferentes combinaciones de instrumentos vinculados a acciones con un vencimiento más corto.
Estas opciones parecen estar ahora fuera de la mesa debido a que la compañía no puede emitir nueva deuda debido a la investigación sobre Hengda por parte de la Comisión Reguladora de Valores de China (CSRC), el regulador financiero.
A principios de septiembre, la policía china detuvo a algunos empleados de la unidad de gestión de patrimonio de Evergrande en la ciudad de Shenzhen después de que la empresa no pudiera pagar a los acreedores. Esta fue la primera investigación penal lanzada contra Evergrande desde que se vio afectada por la crisis de deuda hace casi dos años.
El lunes pasado, Evergrande declaró que las detenciones no afectarían las operaciones de la compañía pero, a finales de la semana pasada, admitió que el plan de reestructuración de deuda propuesto por la compañía, alegando que las ventas de pisos no habían sido «como se esperaba».
Ahora mismo, el pesimismo entre los inversores internacionales es total y es de suponer que los directivos de la compañía estarán haciendo todo lo que esté en su mano para salvar la compañía… y para no acabar ante un pelotón de fusilamiento, que ya se sabe cómo se las gastan estos chinos.
Estas dificultades que enfrenta Evergrande en su proceso de reestructuración de deuda son representativas de las profundas preocupaciones y desafíos que enfrenta el sector inmobiliario chino en la actualidad y tienen serias implicaciones para la economía del país, especialmente en lo que respecta a su Producto Interno Bruto.