Dos de las tres empresas que dominan el mercado mundial de calificación de activos financieros ya han rebajado la deuda pública del gobierno de Estados Unidos desde el nivel máximo en el que ha estado históricamente. Es una leve bajada de un solo peldaño pero ya transmite una idea de que las finanzas públicas americanas no son todo lo perfectas que pudieran ser y que las deudas en dólares no son tan fiables como, por ejemplo, lo son en francos suizos.
Una de las razones por las que las agencias de calificación han rebajado la solvencia del bono estadounidense es el constante pulso entre el Gobierno Federal y el Congreso por el límite de deuda. Según la Constitución americana el gobierno no puede endeudarse más allá de lo que le autorice el Congreso, de modo que las administraciones derrochadoras tienen que pedir a la Cámara de Representantes autorización para aumentar el déficit público. Cuando el Congreso está en manos del mismo partido del presidente, esto no suele ser problema pero en situaciones como las que hay ahora, con presidente demócrata y mayoría republicana en la cámara legislativa, lo normal es que los congresistas intenten hacerle la vida imposible al presidente.
Como 2024 es año electoral, Joe Biden se ha lanzado a una campaña de gasto público inconmensurable. Para hacerse una idea, es posible que el déficit público en los doce meses anteriores a las elecciones del próximo mes de diciembre, se aproxime a los dos billones y medio de euros; recordemos que todo el PIB español está alrededor del billón y medio de euros. Ese nivel de déficit público requiere la autorización del Congreso porque evidentemente sobrepasa con mucho el techo de deuda permitido hasta ahora.
En caso de no aprobarse esos aumentos del techo de deuda, la administración federal simplemente se queda sin dinero y todos sus empleados dejan de cobrar sus nóminas y se cierran las instalaciones federales excepto las fuerzas armadas y algunos servicios imprescindibles para el funcionamiento del Estado, no de los servicios públicos, del estado (servicios secretos, embajadas, etc). Eso significa que los programas federales de carácter social, como los cheques de ayuda que se establecieron tras el COVID-19 y que todavía se siguen repartiendo, dejarían de llegar a los hogares estadounidenses y que otros muchos programas sociales se quedarían sin financiación. También supondría un shock importante para Ucrania, que se vería privada de la asistencia militar y financiera de su principal apoyo hasta la fecha.
Hay que entender que algunos de los servicios que siguen en manos de la Administración Federal son tan importantes como la gestión del tráfico aéreo, lo que significa que en caso de producirse el cierre del Gobierno, todos los aeropuertos quedan limitados a su uso militar y el tráfico aéreo civil se reduciría a cero; eso para Estados Unidos, que es un país que mide cuatro mil kilómetros de costa a costa es una auténtica tragedia. Finalmente también hay que entender que el tesoro público estadounidense dejaría de pagar la deuda pública y sus intereses (acuérdate de cómo empezaba este artículo).
Dado que nadie quiere aparecer como el malo de la película, el que corta la financiación de los programas sociales, republicanos y demócratas han llegado a un acuerdo para prorrogar durante 45 días los presupuestos actuales y dentro de mes y medio tendrán que resolver definitivamente si se impone un plan de recortes, como parece que piden los republicanos o si se mantienen los presupuestos públicos más expansivos de la historia de Estados Unidos.
Lo de presupuestos expansivos no es más que un eufemismo para decir que están imprimiendo billetes a mansalva y que la deuda pública estadounidense está alcanzando unos niveles estratosféricos que, de seguir aumentando a este ritmo, en unos pocos años la van a hacer absolutamente impagable para Estados Unidos, por mucho que sea la primera potencia económica del mundo
Por ahora Joe Biden se ha salvado por la campana; ya veremos en noviembre si es capaz de salvar el siguiente asalto.
Es que en Estados Unidos han acostumbrado a la gente a que en vez de trabajar se queden en sus casas y a final de mes le llega el cheque.
Luego vienen los de El País y te cuentan una historia sobre que la gente está dejando su empleo y hasta le ponen un nombre, «La gran renuncia», pero eso significa que como a la gente le están dando pagas a punta pala, nadie quiere ir a trabajar a los McDonald’s y las empresas se la están viendo y deseando para conseguir mano de obra.
Tampoco es tan raro porque eso mismo está pasando aquí desde hace ya treinta años, que la gente no quiere trabajar para no perder el paro, la ayuda, la paguica o lo que sea que estén cobrando. La mitad de los parados estaría mañana trabajando si no le entraran en la casa todas las pagas que le están entrando. Por eso le votan al PSOE y a los comunistas porque les garantizan que las pagas van a durar mucho tiempo y que se las van a ir subiendo.
Así va España.
Es que donde mandan los progres, acaba llegando la ruina. No tienen solución.