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viernes, 22 noviembre 2024

Otra vez a punto de liarse en los Balcanes

MundoOtra vez a punto de liarse en los Balcanes

Los Balcanes son un avispero desde el comienzo de los tiempos. No ha habido siglo en el que allí no haya habido una guerra brutal en la que se han matado los unos y los otros y han dejado sembrada la semilla del odio para la guerra siguiente. Son mala gente.

Ahora, cuando se cumplen 20 meses de la guerra de Ucrania, los países occidentales siguen centrando su atención en ayudar a Kiev a restablecer su integridad territorial, pero mientras tanto, las tensiones han aumentado en esta parte de Europa que sigue en ebullición contenida tras un conflicto brutal y complejo que estalló en la década de 1990.

Las relaciones entre Serbia y Kosovo, tensas en el mejor de los casos, se han vuelto cada vez más hostiles en los últimos meses: en septiembre estalló la violencia en el norte de Kosovo y Belgrado respondió llevando tropas a la frontera con su vecino. Cualquier incidente entre los kosovares de origen albanés y los kosovares de origen serbio debería hacer saltar las alarmas porque ya sabemos que en esa parte del mundo la violencia no necesita mucho para desatarse y cuando se lían, van de veras.

Para Estados Unidos y la UE, la elección ya no es sólo entre el fracaso y el éxito del diálogo en un tema meramente diplomático, sino entre la estabilidad y un nuevo estallido de violencia que nos devuelva otra vez a la violencia de las guerras balcánicas de los años noventa, repletas de masacres, deportaciones masivas y bombardeos contra civiles desarmados.

En los últimos meses, la animosidad entre Serbia y Kosovo, que viene de lejos, se ha convertido en hostilidad abierta en el norte de Kosovo fronterizo con Serbia, que tiene una mayoría étnica serbia, mientras que el conjunto del país es de etnia albanesa en un 93%. Belgrado, la capital serbia, no reconoce a su vecino como Estado independiente, como tampoco lo hace España, que por cuestiones de política interna (Cataluña, claro) no reconoce la existencia del «derecho de autodeterminación» como vía para separarse de un estado preexistente.

El punto de inflexión se alcanzó en las elecciones locales de primavera, en las que se eligió a albaneses para varios municipios del norte de Kosovo ya que la comunidad étnica serbia de la región había boicoteado las votaciones no presentando candidatos ni acudiendo a los colegios electorales, alegando que no se habían atendido sus demandas de mayor autonomía. Se ve que muy espabilaos tampoco son.

Las tensiones aumentaron durante el verano y estallaron a finales de septiembre tras un tiroteo entre un grupo de serbiokosovares fuertemente armados y fuerzas especiales de la policía de Kosovo en la localidad de Banjska, al norte de Kosovo, en el que murieron un agente de policía y tres hombres armados.

El presidente serbio, Aleksandar Vučić, también trató de tranquilizar a Occidente, declarando el pasado fin de semana al Financial Times que no tenía intención de ordenar a las fuerzas militares que cruzaran la frontera con Kosovo, afirmando que esto sería contraproducente para las aspiraciones de Belgrado de ingresar en la UE pero está más claro que el agua que, a pesar de estas garantías, la región es un polvorín que puede estallar estallar con la más mínima chispa.

La situación se parece mucho a la que se ha vivido en estas últimas semanas en Azerbayán, dónde hemos visto cómo la región de Nagorno Karabaj ha sido invadida (o recuperada según se mire) en unos días por el país con un Ejército más potente. Es verdad que en Kosovo hay una fuerza de interposición de las Naciones Unidas pero yo no confiaría mucho en su capacidad de enfrentamiento porque no tengo claro cuántos países aceptarían recoger del campo de batalla los cadáveres de sus soldados para proteger a los Kosovares.

Kosovo, rodeado por Serbia, Macedonia del Norte, Albania y Montenegro, ha estado durante siglos en el centro de las tensiones étnicas de los Balcanes, pero la desintegración de la federación socialista Yugoslavia en 1992 desencadenó uno de los conflictos más recientes y mortíferos de Europa.

Las tensiones entre Serbia y los albaneses étnicos culminaron en la guerra de Kosovo de 1998 entre las fuerzas yugoslavas, dirigidas por Serbia, y un grupo rebelde albanokosovar conocido como Ejército de Liberación de Kosovo, que se oponía a las autoridades serbias y a las políticas opresivas del líder serbio Slobodan Milošević. Cientos de miles de albanokosovares fueron desplazados por el conflicto y ambos bandos cometieron numerosos crímenes de guerra, aunque la mayoría se atribuyeron a las fuerzas gubernamentales serbias y yugoslavas.

El conflicto terminó cuando la OTAN intervino en 1999, lanzando ataques aéreos contra las fuerzas armadas yugoslavas hasta su retirada de Kosovo poniendo fin a la guerra.

Kosovo se declaró independiente de Serbia en 2008, una proclamación que Serbia rechazó, y las tensiones se han mantenido latentes desde entonces, a lo que no ha contribuido la elección de líderes radicales nacionalistas tanto en Serbia (Presidente Vučić) como en Kosovo (Primer Ministro Albin Kurti). No obstante, Serbia aspira a entrar en la UE y es poco probable que quiera ponerlo en peligro o tentar una respuesta directa de la OTAN pero, con lo que ya hemos visto en las últimas décadas, tampoco sería de extrañar que una pérdida de control sobre elementos radicales del Ejército serbio acabase en matanzas o en bombardeos indiscriminados contra Kosovo.

Tampoco ayudan en nada las proclamas nacionalistas que ambos presidentes del Gobierno utilizan para fortalecer la cohesión interna del país, presentando a los otros como enemigos de la nación; lo de siempre, vaya.

Este nuevo conflicto debería servir a los españoles que se piensan que vivimos en los mundos de Yupi para aceptar de una vez que los ejércitos no solo sirven para ir a la guerra sino para evitarla. Tener un Ejército potente es la mejor garantía de que tu vecino no se va a atrever a molestarte.

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6 COMENTARIOS

  1. En cuanto aparece en las palabras independencia, autodeterminación, separatismo o nacionalismo y todas las que estamos acostumbrados a escucharle a los políticos de las regiones periféricas del norte de España, acaba apareciendo la violencia.

    En España hasta ahora la violencia sólo la han ejercido sistemáticamente los partidos nacionalistas vascos provocando el exilio de aproximadamente 300.000 vascos, en una diáspora que les llevó a repartirse por toda España.

    Ahora mismo todavía no hay cifras de la diáspora de los catalanes que han tenido que dejar Cataluña ante la presión asfixiante del nacionalismo catalán, pero antes o después saldrán los estudios que reflejen esas cifras porque todo el mundo sospecha que el retroceso económico de Cataluña tiene mucho que ver con la salida de población y con la gente que no se está yendo allí y que prefieren irse a Madrid, por su carácter mucho más abierto y su entorno económico y empresarial mucho más receptivo.

  2. Por lo menos ya la gente no pide aquello de que intervenga la comunidad internacional porque ya saben que aquí la única comunidad internacional que hay es la que forman Estados Unidos Europa y el único medio que tienen para doblegar a todos esos dictadorzuelos es mediante el uso de sus ejércitos.

  3. Lo de los Balcanes es para entenderlo.

    Imagínate que las 17 autonomías de España estuvieran gobernadas por capullos integrales como lo están en Cataluña o en las Vascongadas y decidieran separarse. Al mes siguiente de haberse separado ya estarían los catalanes diciendo que iban a invadir el norte de Castellón porque allí la población es catalanoparlante y ya estarían de follones. Los vascos ya se estarían metiendo en Navarra y mandando allí a sus gudaris porque no sé qué de una piedra vieja o que se le cayó allí la gorra Sabino Arana o cualquier tontería así. Pero tú imagínate que no solo Vasco y catalanes sino que los 17 fueran así de cretinos: eso solo Balcanes.

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