Rusia sin misiles

Aunque era algo que todos sospechábamos, el servicio de inteligencia británico ha confirmado en uno de sus informes diarios que ya son cuarenta los días que llevan los usos sin lanzar misiles de crucero en Ucrania.

Seguramente Rusia guarda en su arsenal un número considerable todavía de esto misiles pero ha descubierto que los daños que provoca con su lanzamientos no le reportan réditos en combate y al agotarlos se priva a sí misma de un arma de disuasión para conflictos futuros. Por otro lado también ha comprobado que cada uno de esos misiles diseñados en épocas soviética y con tecnología del año de la tos, resultan enormemente caros y difíciles de producir, mientras que es muchísimo más fácil atacar las infraestructuras ucranianas utilizando los drones del largo alcance que les facilita Irán.

Esta falta de misiles también contradice las especulaciones sobre el material electrónico que les estaban facilitando supuestamente desde China para montar en nuevos misiles los siempre complejísimos y delicados sistemas de guía. Es posible que incluso aún teniendo los chips chinos, la industria rusa esté ahora mismo tan desestructurada que le sea prácticamente imposible poner en operación un número de cohetes suficiente como para que sus efectos su presencia puede ser detectada en el campo de batalla.

Es posible también que los daños sufridos por sus bombarderos de largo alcance en ataques lanzados desde Ucrania con drones hayan mermado la capacidad de la fuerza aérea rusa para lanzar misiles de crucero, de manera que hayan preferido retrasar a bases más distantes de la frontera ucraniana los bombarderos disponibles y conservarlos como reserva estratégica.

También hay que notar que, una vez que la flota rusa ha perdido el control de facto sobre el Mar Negro, ya no le es fácil acercarse hasta las costas de Ucrania para lanzar misiles de ningún tipo.

De todas maneras Ucrania tiene asumido que a lo largo de este invierno va a recibir una oleada de ataques contra las infraestructuras energéticas del país que intentará minar la moral de su población. Casi todos los analistas dan por seguro este ataque porque los rusos no se caracterizan por su capacidad de innovación sino más bien por repetir una y otra vez de forma masiva las tácticas y estrategias del pasado.

Por supuesto si esta guerra durase un par de años más, como parece que va a ser, la capacidad rusa de lanzar misiles de crucero sobre Ucrania se verá reducida a cero porque la industria rusa no está dando señales de vida en el conflicto y apenas da abasto para recuperar vehículos de los antiguos almacenes de material bélico de la Unión soviética.

Por último es interesante señalar que mientras el esclerotizado sistema industrial ruso se las ve y se las desea para sacar adelante nuevos productos, la industria ucraniana está demostrando una flexibilidad y una inventiva que está muy por encima de lo que hace dos años nos podíamos imaginar. No es sólo que hayan sido capaces de fabricar por sí mismos drones de largo alcance sino que están siendo capaces de organizar un sistema industrial capaz para fabricar sus propios misiles de medio y largo alcance. Esto puede llegar a suponer una serie dificultad para Rusia, que hasta ahora había estado fuera del alcance de las armas ucranianas porque estas habían sido facilitadas por los aliados europeos y Estados Unidos, que le habían prohibido usarlas contra suelo ruso. Si los ucranianos fueran capaces de fabricar misiles de medio alcance, no sólo las fuerzas armadas rusas se verían en problemas para organizarse y abastecerse en la guerra con Ucrania sino que Ucrania podría devolver el golpe y destruir las infraestructuras energéticas rusas de todas las ciudades a cientos de kilómetros de la frontera con Ucrania, lo cual abriría un escenario nuevo en el conflicto.

Todo esto no obstante son especulaciones y ya veremos cómo va evolucionando el conflicto, que sigue ahí pese a que ahora mismo toda la atención está centrada en la tensión generada por el ataque terrorista de Hamás en Israel.