Me ha llamado la atención el caso de Peloton (sin acento, que es una marca americana y se lee píhlotoun) 😀 porque refleja perfectamente lo difícil que es pasar de un buen Excel, de una idea brillante, a un negocio rentable y al tratarse de una compañía relativamente grande y cotizar en el Nasdaq, sus números están expuestos a la luz pública y se puede comprobar su evolución con independencia de lo que los planes de negocio o los brillantes ejecutivos digan o dejen de decir.
¿Qué es exactamente Peloton?
Peloton es una empresa que nació hace ya más de 10 años y que se presentaba a sí misma como el gimnasio para la gente que no tenía tiempo de ir al gimnasio y ofrecía una red social en la que se interactuaba con otras personas en la misma situación mientras se hacía deporte. Ellos te vendían las máquinas, básicamente bicicletas estáticas, cintas de andar y máquinas de remo, y te suscribías a una aplicación que se veía en las generosas pantallas que equipaban a todo su hardware. De esta manera, quien no tenía tiempo de ir al gimnasio podía pasarse la tarde haciendo deporte en compañía de otros en sus mismas circunstancias o seguir las miles de clases disponibles online para todos los niveles.
En principio parece un plan sin fisuras y se entiende que, sobre todo en las grandes ciudades estadounidenses, haya gente realmente tan ocupada que no tenga cerca un gimnasio o que no tenga tiempo para meterse en uno de los de esos modernos templos del sudor. Incluso es comprensible que haya gente que directamente prefiera no ir al gimnasio para no tener que cruzarse con otra gente bien porque directamente son unos asociales o porque les da vergüenza que vean lo gordos que están.
¿Va bien el negocio?
La empresa se empezó vendiendo como la panacea de las redes sociales porque permitía pasarse el tiempo chismorreando a la vez que se esquivaba el sedentarismo, que es la principal epidemia del siglo XXI: el Netflix del deporte en casa.
Las máquinas son bastante caras y se posicionaba en el mercado como una solución para gente con cierto poder adquisitivo. Para que te hagas una idea, tienen dos modelos de bicicletas estáticas y la más barata cuesta en España casi 1.500 euros y la más sofisticada se acerca a los dos mil quinientos euros. Por si no lo sabes, ya te digo yo que una bicicleta estática corriente en España puede estar entre los 300 y los 600 euros (siempre que no recurras a basura chinorris de Aliexpress, claro).
El hecho de vender sus propias máquinas de deporte es un punto diferencial que da valor por sí solo a Peloton porque en las pantallas de esas máquinas no se pueden ejecutar otras aplicaciones sobre Android o Windows sino que solo ejecutan la aplicación privativa de Peloton. Así, quien se ha gastado dos mil dólares en una bicicleta estática, está forzado a pagar la suscripción mensual de la aplicación porque de lo contrario se encontrará con una carísima bicicleta estática pero sin las funciones sociales que poco a poco se están imponiendo en el deporte en casa. Son verdaderos clientes cautivos. Por si no lo has probado, ya te digo yo que subirse a una bicicleta estática o andar en una cinta es una experiencia totalmente distinta si se hace con otra gente y se puede chatear con ellos.
Al principio la empresa despertó unas enormes expectativas porque, sobre el papel su propuesta era más que interesante y con las tácticas habituales de marketing consiguieron atraer bastante atención y eso en estos negocios significa inversores dispuestos a meter su dinero. Como es fácil de imaginar a la empresa le costó despegar porque siempre es difícil pasar del Excel al delivery hasta que llegó la pandemia.
Exactamente. Tal y como te imaginas, la pandemia era justo lo que necesitaba una empresa como Peloton para multiplicar su valor porque permitía hacer deporte en casa y mantener relaciones sociales en tiempo de confinamiento. Si les hubieran dejado, los ejecutivos de Peloton hubiesen creado cuatro pandemias más y las hubieran hecho durar una década porque para ellos era el escenario perfecto.
Como puedes ver en este enlace, las acciones de Peloton pasaron a valer de valer veinte dólares a principios de 2020 a superar los ciento sesenta en diciembre de 2021.
El hundimiento
Desde esos momentos de apogeo todas las noticias sobre Peloton han sido negativas. No se trata solo de que la empresa todavía no haya dado beneficios, que nunca los ha dado, sino que pese a no conseguir un flujo de caja de caja positivo, es decir generar más ingresos que gastos, están perdiendo clientes poco a poco.
Ese descenso de clientes es una desgracia para una empresa de este tipo porque supone que ya ha alcanzado su límite máximo de crecimiento y no hay expectativas de escalar el negocio hasta unos niveles increíbles y todo ese tipo de historias que se ponen en los planes de negocio, con lo que los accionistas especulativos se retiran masivamente de la empresa y el valor en bolsa de la compañía queda sujeto a la tiranía de los resultados.
Consecuencia de ese ajuste del valor de la compañía al beneficio neto que genera, la compañía ha caído desde aquel máximo de ciento sesenta y dos dólares de diciembre de 2021 hasta los cuatro con veintitrés del cierre de ayer viernes. Eso equivale a que quien invirtió cien euros en la compañía hace dos años ahora mismo sólo tiene dos euros y medio, un auténtico descalabro.
¿Podrá remontar?
Para evitar el hundimiento de la compañía han sustituido al CEO y están tomando medidas, que algunos llaman desesperadas, para aumentar la cifra de negocio y conseguir que aumente el número de suscriptores de su aplicación. Para eso han puesto a la venta sus máquinas en Amazon y han ampliado su programa para alquilar las bicicletas, que ya sabes que eran supercarisimas.
También están intentando comercializar su app, orientada sobre todo al mercado de mayor poder adquisitivo que usa dispositivos de Apple, separándola de la compra de física de los aparatos, de manera que los wannabes puedan presumir de estar en la app sin tener que gastarse la pasta que cuesta el hardware y que seguramente no se pueden permitir después de haber empeñado un brazo para tener el último iPhone Mega Súper Extra Pro Ultra Max.
Desde la compañía anuncian que para finales de su año fiscal, es decir para la primavera de este 2024 planean tener por primera vez en su historia un trimestre con flujo de caja positivo, es decir, generar con sus ingresos ordinarios más de lo que pagan por sus gastos ordinarios, lo lógico y normal en cualquier negocio. Después de todo tienen seis millones de clientes cautivos principalmente en Estados Unidos y un negocio real que explotar. Me imagino que entre todas esas medidas habrá también algo de recorte en los despachos bonitos y privilegios de los consejeros de la compañía y cosas así que se suelen llevar un piquillo y de los que nadie quiere hablar.
Supongo que cuando haya pasado un año con este plan para abrocharse el cinturón, la compañía habrá conseguido salir de la línea negativa, aunque yo tampoco descarto que enfoquen mal los recortes y empeoren el producto, sumando clavos a su ataúd porque hoy día en cualquier terreno siempre te vas a encontrar un competidor que lo hace igual o mejor que tú (incluso ayudándose de la inteligencia artificial) y en esto del deporte en casa hay cientos de aplicaciones y algunas de ellas están muy bien conseguidas e inciden en el mismo aspecto social que Peloton pensaba lucir como bandera. A mí en particular me encanta BKool que está centrada en el ciclismo y que además es española.
Peloton nació con la idea de ser el Netflix de los deportes en casa pero ahora mismo solo parece un nadador acalambrado braceando para intentar no ahogarse.
Ya veremos cómo llega a la meta… si llega.