Por primera vez desde hace veinte años China no es el país que más vende a Estados Unidos y ha sido reemplazado por México. A lo largo del año 2023 las exportaciones mexicanas a Estados Unidos aumentaron un 4,6% a la vez que las chinas sufrieron una profunda caída del 20%. Es decir, que en realidad más que México adelantar a China lo que ha ocurrido es que los orientales se han quedado atrás.
El descenso de las exportaciones chinas a Estados Unidos muestra bien a las claras el efectivo desacoplamiento de la economía estadounidense de lo que hasta ahora venía siendo la fábrica del mundo. La crisis de suministro sufrida durante la pandemia mostró la fragilidad de la economía estadounidense y la posibilidad de quedar secuestrada si la dependencia de la dictadura nacionalsocialista China no se reducía.
Por supuesto en México esto es una noticia recibida estupendamente porque significa la creación de empleos en suelo mexicano, especialmente trabajadores con cierto nivel de capacitación. Sin embargo este incremento de las exportaciones mexicanas a Estados Unidos encierra a varios datos engañosos que creo que hay que señalar. El primero de ellos es que buena parte de esas exportaciones se deben a productos ensamblados en México pero con componentes producidos en China y en otros países orientales para esquivar los aranceles estadounidenses.
El segundo aspecto que hay que señalar es que la enorme caída de las exportaciones chinas a Estados Unidos no ha sido aprovechado por México, que como parte del Tratado de Libre Comercio entre los tres países norteamericanos está en una posición privilegiada por la falta de fábricas y lo que siendo políticamente correcto se llama deterioro de la gobernanza, que no es otra cosa que el aumento de la corrupción, la inseguridad pública y la incertidumbre respecto a la política económica que pueda seguir México. Aunque algunos de los datos en los que se basa este sorpasso están viciados con el truco del ensamblaje de productos chinos, el tratado de libre Comercio que vincula a los tres países norteamericanos, exige un porcentaje de producto nacional para evitar este fenómeno y por ahí encuentran hueco fabricantes mexicanos que colocan su producto en las factorías de ensamblaje.
Las perspectivas para este aumento de las exportaciones mexicanas a China, de todos modos, ahora mismo son bastante positivas porque desde Estados Unidos se tiene la intención, haya gobierno republicano o haya gobierno demócrata a partir de las elecciones de noviembre de este año, de seguir ahondando la brecha que les separa de la economía china. No es ya solo por el tema de los semiconductores, que puso a la industria del automóvil estadounidense contra las cuerdas, sino porque hay otros muchos sectores como el farmacéutico que están totalmente en manos de China y que Estados Unidos no puede dejar de controlar si quiere mantener su soberanía y su posición como primera potencia mundial.
Ahora está por ver si los mexicanos serán capaces de aprovechar la oportunidad o si seguirán las dos doctrinas antiimperialistas de la izquierda hispanoamericana y su odio al gringo. Viendo el bajo nivel de los políticos que ahora mismo gobiernan México, empezando por su presidente, tampoco sería de extrañar que en vez de tomar medidas para favorecer la llegada de más empresas, se tomase la dirección equivocada y se optase por aumentar las exigencias a las que ya están y a las que van a venir, imponiéndoles cargas fiscales, laborales, medioambientales y regulaciones de todo tipo para beneficiarse de un sector productivo que todavía no acaba de asentarse en México y que podría explorar otros países, bien asiáticos, bien centroamericanos, para esquivar los aranceles estadounidenses a los productos chinos.
En sus manos está.
