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viernes, 15 noviembre 2024

Escuadrones de la muerte rusos en España

MundoEscuadrones de la muerte rusos en España

El asesinato de Maksim Kuzminov en España el pasado mes de febrero ha lanzado una sombra ominosa sobre las actividades encubiertas rusas en suelo español, reavivando el debate sobre la naturaleza agresiva y expansionista de la dictadura de Putin. Este episodio es un recordatorio brutal de hasta dónde está dispuesto a llegar el Kremlin para silenciar a aquellos que considera traidores o enemigos de estado, en un claro eco de tácticas que nos remontan a los tiempos más oscuros de la Guerra Fría y la era de Stalin pero que en pleno siglo XXI sólo se pueden entender como actos mafiosos.

Maksim Kuzminov, un ex piloto ruso, se encontró en el punto de mira de estas operaciones siniestras tras desertar a Ucrania, llevando consigo no solo un helicóptero militar MI-8 sino también un tesoro de documentos secretos. Esta acción no solo representaba un golpe significativo para el orgullo ruso sino que también lo marcaba con el estigma de la traición a ojos de Putin, un delito considerado imperdonable. La ejecución metódica de Kuzminov, disparado y atropellado en un estacionamiento en Villajoyosa, no solo buscaba eliminar un objetivo sino también enviar un mensaje escalofriante a cualquier otro potencial desertor: la traición será castigada sin piedad, independientemente de dónde te escondas. Los asesinos querían asegurarse de que el mensaje llegase alto y claro a otros posibles desertores y dejaron en el lugar del crimen muchos casquillos de bala disparados con una pistola rusa Macarov de 9 mm por si había alguna duda de quién había sido.

La reacción de Rusia al asesinato de Kuzminov ha sido reveladora, mostrando un regocijo apenas disimulado entre altos funcionarios. La retórica de figuras como Sergei Naryshkin y Dmitri Medvédev, refiriéndose a Kuzminov como un «perro» que recibe una «muerte de perro», no solo es deshumanizadora sino que también subraya la disposición del Kremlin a emplear la violencia y el asesinato como herramientas de política exterior. Esta postura, además de ser moralmente reprobable, socava cualquier pretensión de Rusia de adherirse a las normas internacionales de conducta estatal. La guerra de Ucrania les ha reducido a la condición de estado paria, a la altura de Irán o Corea del Norte y su actitud provocadora no hace más que incidir en esa línea.

Lo preocupante es que el asesinato de Kuzminov no es un incidente aislado sino parte de un patrón más amplio de agresión rusa, que incluye casos notorios como el envenenamiento de Sergei Skripal en el Reino Unido y el asesinato de un excomandante rebelde checheno en Berlín. Estos actos no solo son ataques contra individuos sino también contra la soberanía de las naciones donde se llevan a cabo, desafiando abiertamente el orden internacional basado en reglas.

Además, la elección de Kuzminov de vivir en España, específicamente en una región conocida por ser un punto de operaciones para el crimen organizado ruso con vínculos con los servicios de inteligencia, destaca la compleja red de influencias y operaciones rusas en Europa. La presencia continuada y las actividades de espionaje de Rusia en España, a pesar de los esfuerzos por limitar su alcance, demuestran la persistencia y la profundidad de su empeño por desestabilizar y ejercer influencia en el continente y su nulo respeto hacia las reglas internacionales más básicas. El Estado ruso actúa como cualquier otra organización mafiosa.

También hay que tener en cuenta qué Kuzminov llevaba en España una vida bastante relajada y se dejaba ver por bares populares de la costa levantina a donde llegaba conduciendo su flamante Mercedes Clase S comprado con el dinero entregado por Ucrania como agradecimiento por su gesto. A  nadie se le escapa que moverse así en una zona llena de refugiados rusos de todo tipo y dónde se sabe que el antiguo KGB (ahora llamado FSB) se mueve como pez en el agua es un error muy serio que, de hecho, le ha acabado costando la vida.

Este trágico episodio debe servir como una llamada de atención para Europa y el mundo. La naturaleza dictatorial del régimen de Putin, su desprecio por la vida humana y su ambición imperialista no conocen fronteras. La comunidad internacional debe reforzar su resolución y su unidad frente a estas tácticas intimidatorias, asegurando que los valores de democracia, soberanía y derechos humanos sean defendidos. La muerte de Kuzminov no debe ser en vano; debe recordarnos la importancia de estar vigilantes y comprometidos en la lucha contra el autoritarismo y la violencia en todas sus formas.

Por supuesto, Putin sabe perfectamente que España tiene ahora mismo un gobierno débil y que el actual ministro de Asuntos Exteriores José Manuel Albares es un calzonazos pusilánime que no va a hacer absolutamente nada para sacar toda esa basura rusa de España, pero eso ya es algo a lo que los españoles estamos acostumbrados. Sabemos que el Gobierno socialista sólo está preocupado por seguir en Moncloa y sucesos como este no le van a restar muchos votos así que no hay que esperar nada de Sánchez y su banda.

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