En la sesión de ayer en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas pasó lo que se sabía que iba a pasar y Estados Unidos impuso su veto contra la resolución que hubiera permitido a Palestina convertirse en miembro de pleno derecho de la organización. Esta resolución, propuesta por Argelia en nombre del Grupo Árabe de Naciones Unidas, logró recabar un considerable apoyo internacional, con 12 votos a favor, incluidos los de potencias con derecho a veto como Rusia, China y Francia. Sin embargo, el rechazo de Estados Unidos, un aliado incondicional de Israel, fue decisivo para bloquear esta iniciativa.
La iniciativa se había propuesto a sabiendas de que la posición de Estados Unidos ha sido constante, independientemente de quién ocupe la Casa Blanca. Desde la presidencia de George W. Bush, se ha promovido la idea de una solución de dos Estados, pero la administración actual insiste en que cualquier avance debe surgir de negociaciones directas entre Israel y Palestina, sin intervenciones externas.
Por otro lado, la actuación de España en este escenario ha sido notablemente proactiva pero igualmente frustrada por la irrelevancia de España en el actual contexto internacional y su nulo poder para modificar la realidad geopolítica. El gobierno de Pedro Sánchez, con el apoyo del ministro de Asuntos Exteriores, el insustancial José Manuel Albares, se ha posicionado abiertamente a favor de la admisión de Palestina como miembro de la ONU, una postura que no solo se desmarca de la cautela típica de otros grandes estados europeos sino que nos pone en contra de los que son nuestros socios económicos.
Pedro Sánchez ha intentado, sin éxito, mitigar la influencia de Estados Unidos en este asunto, buscando persuadir a otros países europeos de que se sumen a su causa pero ha descubierto que a los europeos no les puede poner pagas y darles días de vacaciones sino que, al contrario, son esos socios europeos los que están financiando el descontrolado déficit público español. A pesar de las bofetada de realidad, el gobierno español mantiene su intención de seguir abogando por Palestina, mostrando una tenacidad que refleja tanto sus principios diplomáticos como su deseo de jugar un papel más significativo en la política internacional a costa del bienestar de los españoles. Cuando haya que negociar con la gran banca internacional las condiciones de los préstamos que el gobierno socialista necesita para seguir dando pagas y regalando prestaciones sociales a inmigrantes ilegales, ya veremos lo que opinan todos esos banqueros, la mayoría de origen judío, del apoyo español a Palestina.
Partiendo de la base de que Pedro Sánchez no mueve un dedo si no es para hacer algo con lo que a rascar algunos votos, hay que entender que todo este apoyo a la causa Palestina no es más que postureo que permite a Pedro Sánchez al gobierno socialista presentarse como un defensor de los débiles mientras puede descuidar la política interna y dejar que las empresas sigan cerrando, que se reduzca el número de empresas exportadoras año tras año okay el número de autónomos se reduzca este cayendo en picado.
No he entrado al evaluar eso de que Palestina sea el lado débil del conflicto porque lo que la realidad nos muestra es que Israel es un una pequeña democracia de diez millones de habitantes rodeada de países musulmanes con cientos de millones de habitantes y ríos de petróleo que ya han intentado invadirla invadir Israel tres veces en los últimos ochenta años y las tres han sido derrotadas por la tenacidad hebrea en su lucha por sobrevivir como país. Basta con mirar la historia para ver qué lado es el que promueve la violencia pero decir eso, por supuesto, no da votos.
El que quiera escuchar saber cuál es la posición de Palestina sobre el Estado de Israel solo tiene que entrar en las redes sociales y ver cómo los musulmanes simplemente abogan por la destrucción de Israel, cosa que los judíos no van a permitir por la razón más sencilla del mundo: allí están sus casas, allí están sus familias y allí están dispuestos a morir.