Macron ha disparado el gasto público hasta niveles que hacen tambalearse a la economía francesa
Tantos años hablando de los PIGS y de lo mal que los países mediterráneos gestionábamos nuestras cuentas públicas y ahora viene Francia y nos adelanta a todos por la derecha. El gasto francés en pagas, paguitas, pensiones y todo tipo de ayudas y ayuditas sociales está disparado y ahora se han dado cuenta de que no lo pueden pagar.
En las últimas décadas, Francia ha experimentado un deterioro fiscal progresivo y alarmante. Desde 2017, la nación ha acumulado un incremento de 900.000 millones de euros en deuda pública y para 2023, el déficit público se elevó hasta al menos un 5,5% del Producto Interno Bruto (PIB), significativamente por encima de las proyecciones iniciales que estimaban un 4,9%. Este deterioro se complica más con un déficit proyectado para aumentar hasta el 5,7% y el 5,9% del PIB para 2024 y 2025, respectivamente.
El Fondo Monetario Internacional ha advertido que la deuda pública francesa no disminuirá del 4% del PIB hasta al menos 2029, indicando que Francia se mantendrá como el país con el mayor déficit público de toda la zona euro durante los próximos años. Esto ha llevado a que la deuda pública de Francia supere en proporción del PIB a la de España, colocando a Francia en una posición fiscal cada vez más insostenible.
Una de las principales razones de esta problemática es el gasto público estructural. El ratio de gasto corriente primario de Francia es el más alto de Europa, y aunque el país ha obtenido buenos resultados en protección social, la eficiencia del gasto en esta área podría mejorar significativamente. El Fondo Monetario Internacional ha señalado la necesidad de reformas estructurales en el gasto para mejorar la eficiencia y reducir la generosidad de las prestaciones, lo que también ayudaría a fortalecer los incentivos del mercado laboral.
Esto es algo que se puede comprobar perfectamente en cualquier país dónde exista un sistema de protección social sobredimensionado: una vez que se tiene garantizado un mínimo vital, la necesidad de trabajar disminuye y las empresas no encuentran trabajadores, lo que dispara el coste salarial de los empleados (porque es necesario pagar mucho más para que los trabajadores decidan dejar de rascarse la barriga y tomar un empleo). En España lo sabemos perfectamente. ¿Quién no ha escuchado alguna vez eso de «No, contrato no, que pierdo la ayuda»?.
Sin embargo, el ajuste necesario es complicado por la resistencia política y social a recortar gastos, especialmente en áreas como las pensiones y las prestaciones de desempleo, que son vistas como casi intocables por una masa ca vez más grande de votantes aborregados. A esto se suma la incapacidad del gobierno de Emmanuel Macron para recaudar ingresos conforme a las previsiones, lo que ha exacerbado el déficit .
La crítica situación fiscal de Francia no solo plantea un desafío para su economía interna, sino que también representa un riesgo para la estabilidad de la zona euro. Los esfuerzos por reducir el déficit y controlar la deuda son fundamentales, pero deben equilibrarse con la necesidad de mantener el apoyo social y el crecimiento económico. El dilema de Francia refleja una tensión más amplia en muchas economías desarrolladas, donde el gasto público creciente choca con las limitaciones fiscales y la presión por mantener la sostenibilidad financiera a largo plazo.
Y los votos comprados, claro, pero qué vamos a hablar de ese tema en Francia si en España ya nos lo sabemos de sobra y vamos por el mismo camino. Va a ser divertido ver cómo los distintos países derrochadores torean a la Comisión Europea y buscan excusas de todo tipo para incumplir los límites de déficit público y de deuda pública que el plan de estabilidad financiera del euro requiere. Seguramente Emmanuel Macron y Pedro Sánchez pueden tener conversaciones muy interesantes (que a los ciudadanos nos encantaría escuchar) sobre cómo darle largas a los organismos comunitarios para incumplir las reglas financieras.