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martes, 19 noviembre 2024

La deuda pública de Estados Unidos está fuera de control

MundoLa deuda pública de Estados Unidos está fuera de control

El crecimiento exponencial de la deuda pública estadounidense en la última década ha colocado a la economía mundial ante un escenario potencialmente catastrófico, cuyas consecuencias van a ser desastrosas no solo para los Estados Unidos sino para todo el planeta. El debate sobre la sostenibilidad de esta deuda es uno que, aunque crucial, parece esquivarse constantemente en los foros políticos y económicos más influyentes.

Los datos son alarmantes: la deuda pública de EE.UU. ha alcanzado los 34,57 billones de dólares, un crecimiento de más del 227% en los últimos 15 años. Esta expansión se ha visto acelerada especialmente en el contexto de la pandemia de COVID-19, durante la cual Estados Unidos implementó medidas fiscales expansivas para sostener su economía. No obstante, el déficit fiscal del país no ha hecho más que crecer bajo la presidencia del demócrata Joe Biden y con él la preocupación de que esta tendencia sea inamovible en el medio plazo.

Las señales de alarma saltan por todos lados pero en la política estadounidense nadie las escucha y se suceden déficits espectaculares para financiar prestaciones sociales insostenibles, un presupuesto de defensa imperial y planes económicos y de obras públicas que los impuestos que pagan los estadounidenses no pueden financiar.

Parte de este engaño viene de considerar que una deuda pública equivalente al 100% del PIB es homologable a la de otros países europeos de cuya solvencia financiera nadie duda. La diferencia está en que esos países tienen una recaudación fiscal de entre el 40 y el 50% de su PIB y Estados Unidos se queda entre el 20 y el 25%, o sea que el importe de la deuda pública estadounidense es el doble mayor que la de los países europeos si se compara con el presupuesto público.

La situación es tan grave que todos los estudios a largo plazo concluyen que es inevitable el colapso de las cuentas públicas estadounidenses y el impago de la deuda pero lo peor de todo es que cada vez son más quiénes creen que no hay que irse tan lejos en el tiempo y que a medio plazo, o es decir en 5 años, a la Hacienda de Estados Unidos le será imposible pagar tanta deuda pública.

Los expertos y organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y la Reserva Federal estadounidense sólo se han atrevido a alertar sobre las consecuencias a largo plazo de una política de endeudamiento desmedido. Las proyecciones no son alentadoras: se espera que el déficit continúe su crecimiento hasta alcanzar en 2024 (año electoral, no lo olvidemos) un 8,65% del PIB, superando significativamente el promedio histórico del país. Lo que es aún más preocupante es que, a pesar del incremento en la emisión de deuda, los ingresos no han crecido al mismo ritmo, lo que aumenta la carga fiscal y pone en jaque la estabilidad financiera del país.

A lo largo de los años, las políticas fiscales expansivas han sido una constante, independientemente de la administración en el poder. La perspectiva de un regreso a una política fiscal sostenible parece lejana. Incluso con las advertencias de figuras como Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, que ha pedido una «conversación adulta» sobre la sostenibilidad fiscal, la acción política necesaria para revertir esta tendencia ha sido insuficiente.

El mercado de renta fija ya está sintiendo el impacto de esta enorme carga de deuda. La rentabilidad de los bonos estadounidenses se mantiene alta y es probable que continúe así, incluso si la Reserva Federal comienza a bajar los tipos de interés. Esto no solo afecta a Estados Unidos, sino que tiene implicaciones globales, dado que el dólar y los bonos estadounidenses juegan un papel central en los mercados financieros mundiales.

La falta de voluntad política para abordar este problema es quizás el aspecto más preocupante de toda esta situación. Como ha ocurrido en otras crisis financieras, parece que se necesitará una situación límite, un colapso que obligue a tomar medidas drásticas, para que se implementen cambios reales. Este escenario es aún más temible porque, en lugar de tomar medidas preventivas, se está dejando que el problema escale hasta que las soluciones disponibles sean mucho más dolorosas y disruptivas.

Cuando se desmorone todo este castillo de naipes construido a base de déficit público financiado mediante la impresora de billetes, los mismos que ahora dicen que la economía va como una moto y que hay que alabar a los que nos sostienen en esta política económica de crecimiento, serán quienes critiquen las medidas drásticas (recortes de derechos les llamarán) que habrá que tomar entonces. Nada nuevo que no hayamos visto ya en todas las crisis anteriores.

En este contexto, lo que subyace bajo la jerga financiera es una verdad incómoda: la situación de la deuda pública de Estados Unidos es una bomba de tiempo económica, cuyo estallido arrastrará consigo a la economía global. Aunque muchos reconocen esta realidad, la falta de un diálogo abierto y proactivo sobre soluciones sostenibles es una omisión que va a tener consecuencias desastrosas en un futuro no muy lejano.

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