El reciente movimiento estratégico de Ucrania al invadir la región rusa de Kursk ha generado un debate intenso en los círculos geopolíticos, pero si lo analizamos detenidamente, es un claro ejemplo de cómo Kyiv ha decidido tomar las riendas de su destino, en lugar de dejar que la narrativa de la guerra sea dictada únicamente por las acciones del Kremlin o las presiones de Occidente.
Volodímir Zelenski, con una audacia que ha sorprendido a muchos, ha demostrado que no está dispuesto a ser un simple peón en un juego global donde las potencias occidentales buscan una solución negociada que podría no satisfacer los intereses de Ucrania. Es evidente que Zelenski no va a consentir que Occidente obligue a Kyiv a aceptar una negociación que, más allá de calmar temporalmente las tensiones, podría sellar un futuro incierto para su nación. Si bien es cierto que una negociación podría parecer una vía rápida hacia la paz, para los ucranianos, el costo podría ser devastador porque además de hacer inútil el esfuerzo hecho hasta ahora, no garantizaría que Rusia volviese a las andadas una vez pueda disponer de tiempo para rearmarse. La reducción del apoyo militar por parte de sus aliados, como podría ocurrir en caso de negociaciones, dejaría a Ucrania en una posición de extrema vulnerabilidad.
El Kremlin, por su parte, ha dejado claro que no tiene intención de ceder en sus ambiciones. Con la reorganización de su gabinete durante el asalto a Járkov en la primavera de 2024, Putin mostró sus cartas al sustituir en el Ministerio de Defensa al veterano (y corrupto hasta la médula) Sergei Shoigu por Andrei Belousov, un economista con una visión clara: transformar la economía rusa en una máquina de guerra permanente. Belousov, con el enfoque en la militarización de la economía que le ha ordenado Putin, está dirigiendo todos los recursos del estado hacia el conflicto, utilizando los ingresos fiscales y los recursos naturales para alimentar la maquinaria bélica rusa. Este movimiento revela la intención de Rusia de prolongar la guerra hasta que logre sus objetivos, sin importar el costo humano o económico.
Frente a este panorama, Ucrania no ha tenido más remedio que adaptarse y responder con contundencia. La invasión de Kursk es un golpe directo no solo a la moral rusa, sino también a la estructura económica y militar que Moscú ha estado construyendo bajo la dirección de Belousov. Esta operación no es solo un ataque físico, sino una estrategia para forzar a Rusia a consumir sus recursos a un ritmo insostenible. La guerra de desgaste, que durante mucho tiempo fue vista como una táctica utilizada por Rusia para agotar a Ucrania y a sus aliados, se ha vuelto en su contra. Ahora es Ucrania la que está obligando a Rusia a quemar sus recursos, poniendo en duda la viabilidad a largo plazo del enfoque militarista de Putin.
Además, la ofensiva ucraniana en Kursk ha tenido un impacto psicológico en la población rusa. A medida que los rusos empiezan a sentir los efectos de un conflicto prolongado, tanto en términos de recursos como de vidas humanas, la fatiga de guerra podría comenzar a erosionar el apoyo interno al Kremlin. Este es un aspecto clave de la estrategia ucraniana: no solo buscar una victoria militar, sino también socavar la estabilidad interna de Rusia al hacer que su propia población cuestione la validez de una guerra que parece no tener fin.
Es especialmente significativo el hecho de que la mayoría de los prisioneros hechos en Kursk sean jóvenes reclutas. La ley rusa impide que sean enviados a conflictos en el extranjero pero nada impide que defiendan su propio territorio. Pero… todos los ciudadanos deberían defender a su país ¿no? ¿Dónde está el problema? El problema es que las tácticas militares rusas implican mandar a un número infinito de soldados mal entrenados y peor equipados a morir atacando las posiciones enemigas; mientras han sido militares profesionales, contratados o presidiarios no ha habido problema pero estos reclutas de los que hablamos ya son hijos de la clase obrera y media de la Rusia central, incluso Moscú, y si las pérdidas del ejército ruso se mantienen al nivel que han mostrado en los frentes ucranianos, eso va a acabar creando un nuevo foco de oposición a Putin. Las imágenes de madres llorando la pérdida de sus hijos por las calles moscovitas es algo que aterroriza al Kremlin y haría que la población dejase de apoyar la Operación Militar Especial.
El reciente aumento en la capacidad militar de Ucrania, gracias a los suministros occidentales como los F-16, ha permitido a Kyiv no solo defender mejor su territorio, sino también proyectar poder en regiones como Kursk. La mera presencia de estos aviones ha tenido un efecto disuasorio sobre las fuerzas rusas, demostrando que Ucrania no solo está a la defensiva, sino que está tomando la iniciativa en la guerra. Esta capacidad de proyectar fuerza es crucial para cambiar la dinámica del conflicto y para evitar que Rusia logre consolidar sus ganancias en otras partes del territorio ucraniano.
Es importante destacar que la guerra no solo se libra en el campo de batalla, sino también en la economía. Ucrania, a pesar de las limitaciones de ser una democracia que no puede obligar a su economía privada a entrar en una situación de guerra total, ha encontrado formas de mantener su esfuerzo bélico. Kyiv ha incentivado a sus empresas y ha garantizado una mayor aplicación de las normas fiscales para asegurar que los ingresos necesarios para la defensa estén disponibles. Esta resiliencia económica es otro factor que ha permitido a Ucrania sostener el conflicto y, en última instancia, lanzar ofensivas como la de Kursk.
Todo esto, claro, sin olvidar que Ucrania depende de la ayuda europea y estadounidense para sobrevivir. Su libertad de acción está limitada por lo que la opinión pública de las democracias liberales occidentales siga pensando de ellos. Pero incluso esta ofensiva de Kursk les ha hecho ganar puntos porque, por un lado, han vuelto a traer la guerra de Ucrania a las portadas de los medios y, por otro lado, ha hecho saltar por los aires cierto pesimismo que hacía pensar que estábamos ante una guerra eterna que Rusia acabaría ganando por su mayor peso demográfico e industrial.
En definitiva, la invasión de Kursk por parte de Ucrania no es solo un movimiento militar. Es una declaración de intenciones, una muestra de que Kyiv está dispuesto a luchar hasta el final para asegurar su futuro. No es solo una cuestión de recuperar territorio, sino de asegurar que Rusia no pueda utilizar su economía y su aparato militar para perpetuar un estado de guerra indefinido. Al golpear en Kursk, Ucrania ha demostrado que no está dispuesta a dejar que Rusia dicte los términos del conflicto. En lugar de ceder ante las presiones externas para negociar, Kyiv ha decidido tomar la ofensiva, poniendo a Rusia en una posición en la que el agotamiento de recursos y la fatiga de guerra podrían ser sus peores enemigos.
Lo que no sabe nadie en la cantidad de reservas que puede tener Ucrania para mantener esta operación en el tiempo porque si está utilizando estas unidades en invadir en Rusia, significa que no las está empleando en defender el sur del país donde los rusos siguen avanzando lentamente.
Yo creo que ninguno de los dos bandos anda sobrado de unidades pero los ucranianos han hecho mejor sus números y están conquistando una cantidad de kilómetros cuadrados por cada vehículo y soldado perdido que multiplica por treinta a lo que obtiene Rusia con sus ataques en el sur de Ucrania al estilo de la segunda guerra mundial.
A mí me parece una estrategia inteligente porque Rusia no puede mantener eternamente ese desgaste mientras Ucrania gana territorio en Rusia en una proporción de 30 a 1. Antes o después Putin y sus generales tendrán que plantearse si les vale la pena ganar 100 metros en Ucrania a costa de perder un kilómetro en la propia Rusia.
Y sobre todo al ver los reclutas hecho prisioneros, me da que la población rusa blanca va a empezar a sentir la guerra en sus propias carnes y eso le va a restar a Putin mucho apoyo popular.
Gracias por tu comentario, Ramón.
Básicamente coincido contigo en esa visión de la invasión de Kursk.