La candidata demócrata de Estados Unidos y todavía vicepresidenta del país ha asumido su derrota electoral frente al candidato republicano y anterior presidente Donald Trump, pero en sus primeras declaraciones se mantiene firme en que su campaña ha sido correcta y reivindica su lucha feminista.
El revolcón que han recibido los demócratas tendrá que ser analizado por el partido porque igual descubren que la gente corriente esta preocupada por su día a día, por la subida de los precios de los alimentos, por la falta de vivienda o el coste de la gasolina y no por todos los temas que apasionan a la política woke. La gente no está por votar a un partido que quiere que hombres trans con barba y un rabo como el callao de Moisés entren en los mismos vestuarios y aseos públicos que sus hijas o que aloja a inmigrantes ilegales en hoteles de cuatro estrellas mientras tiene a sus ancianos trabajando hasta sus últimos días para pagarse una miserable habitación en un piso compartido.
Kamala Harris sigue insistiendo en que pese haber sido derrotados con una contundencia que recuerda las mejores victorias de Obama tienen que seguir insistiendo en que lo más importante del mundo es que las mujeres tengan derecho a tomar decisiones sobre su cuerpo y que seguirán luchando incansablemente hasta hasta conseguir no se sabe qué e invita a todos los demócratas a no rendirse en la lucha por la democracia. Hay que entender, por lo tanto, que según Kamala Harris la victoria de Donald Trump es una derrota de la democracia, porque ya se sabe que para los izquierdistas las urnas son una expresión de la voluntad popular cuando les votan a ellos pero si eligen a partidos de derechas, se trata de un voto equivocado y antidemocrático: la democracia son ellos.
En el fondo esta derrota electoral del partido demócrata se puede entender como un movimiento pendular porque la deriva a woke del partido demócrata ha llevado al país a situaciones absurdas como, por ejemplo, las constantes y ridículas polémicas sobre los hombres trans y en realidad los ciudadanos quieren que los políticos le resuelvan los problemas, no que se los creen. Sin embargo, los partidos que tienen programas orientados a resolver problemas suelen ser los partidos de derechas mientras que los partidos de izquierdas, que antes decían representar a la clase obrera, ahora han abrazado toda clase de ismos en lo que se conoce como el movimiento woke. Los partidos de izquierdas ahora mismo no están para resolver solucionar los problemas de los ciudadanos sino para crear nuevos problemas en torno al feminismo, el ecologismo, el indigenismo y todos los ismos que se pueda uno imaginar porque el socialismo, lo de la propiedad social de los medios de producción, se ha demostrado un sistema ridículamente absurdo: Marx era un idiota y hemos necesitado casi dos siglos para darnos cuenta.
Está por ver si el partido demócrata entenderá los resultados electorales o seguirá perdido en su nube y alejado de los problemas reales de los ciudadanos. Hace algunas décadas en las facultades de Derecho españolas nos enseñaban que en Estados Unidos los partidos principales eran de derechas y de extrema derecha, que allí no existía nada equiparable al por entonces joven y renacido Partido Socialista Obrero Español, sino que las elecciones eran entre Alianza Popular y Fuerza Nueva (ya ha llovido desde entonces) pero con el tiempo el Partido Demócrata ha ido cayendo en las garras del socialismo woke de Alexandra Ocasio Cortez (la Irene Montero estadounidense) y ya sabemos que ahí es muy fácil caer pero muy difícil salir. No hay que perder sin embargo la esperanza en el Partido Demócrata porque, pese a todo y como ha pasado en Argentina, del socialismo también se sale.