La industria militar rusa, históricamente una de las más robustas y emblemáticas del mundo, atraviesa una etapa de declive acelerado. La invasión de Ucrania ha exacerbado problemas estructurales, desviando la producción hacia el conflicto y debilitando su posición en el mercado internacional. Además, el patético desempeño de sus equipos y muy especialmente de los blindados de diseño soviético y sus torres voladoras, ha hecho que los militares de todo el mundo miren ahora con escepticismo la producción militar heredera de la época soviética. Este vacío ha sido aprovechado por potencias emergentes como China y Turquía, que han expandido su influencia en regiones tradicionalmente dominadas por Moscú.
Impacto de la guerra en Ucrania en la producción y exportación de armamento ruso
Cualquiera que siga un poco de cerca lo que está sucediendo en Ucrania sabe que el muy mecanizado ejército ruso ha sido reducido a cenizas y está intentando desesperadamente recuperar blindados y vehículos antiguos de todo tipo de las campas soviéticas. La invasión ha impuesto una demanda interna sin precedentes sobre la industria militar rusa. Las Fuerzas Armadas requieren un suministro constante de equipos y municiones que ha llevado a la industria a priorizar la producción para uso doméstico. Esta reorientación ha resultado en una disminución drástica de las exportaciones de armas. Según análisis recientes, las exportaciones rusas de armamento han caído un 93% en los últimos tres años, pasando de ingresos de 14.600 millones de dólares en 2021 a apenas 1.000 millones estimados para finales de 2024.
Además, las sanciones internacionales y las restricciones financieras han complicado la capacidad de Rusia para mantener y modernizar su arsenal. Las altas tasas de interés impuestas por el Banco Central de Rusia (en Europa nos parecía un desastre el 4,5% y en Rusia están ¡al 21%!) y la escasez de recursos humanos cualificados han ralentizado la producción y afectado la calidad de los equipos. La necesidad de recurrir a armamento obsoleto, como tanques T-54/55 y vehículos de infantería de las décadas de 1950 y 1960, evidencia las dificultades para sostener una producción moderna y eficiente.
China: expansión en mercados tradicionales de Rusia
China, qué dice ser amiga de Moscú pero que está entrando a saco en todos los mercados rusos cómo, por ejemplo, el del automóvil y sólo le compra materias primas a Rusia con descuentos que no se atrevería a pedir el tiburón más despiadado de Wall Street, ha aprovechado la disminución de la presencia rusa en el mercado internacional para expandir su influencia, especialmente en África y Medio Oriente. Países africanos como Ghana, Costa de Marfil, Senegal y Burkina Faso han comenzado a adquirir equipos militares chinos, incluyendo vehículos blindados VN-22B. En Argelia, tradicionalmente uno de los mayores importadores de armas rusas, se han realizado pruebas comparativas entre el tanque chino VT-4 y el ruso T-90, con indicios de que Argel se inclina hacia la adquisición del modelo chino.
La estrategia china no se limita a la venta de equipos, sino que también incluye la instalación de fábricas en países como Irak, donde se produce localmente el vehículo blindado VN22. Esta táctica fortalece las relaciones bilaterales y asegura una presencia sostenida en mercados clave, desplazando gradualmente a Rusia como proveedor principal.
Turquía: incremento de exportaciones de armamento y rol como intermediario
Turquía ha emergido como un actor clave en la reconfiguración del mercado armamentístico. En los primeros nueve meses de 2023, las exportaciones turcas de bienes de «alta prioridad» hacia Rusia y países de la ex Unión Soviética alcanzaron los 158 millones de dólares, triplicando las cifras del mismo período en 2022. Estos bienes incluyen microchips, equipos de comunicaciones y componentes electrónicos esenciales para la fabricación de misiles, drones y helicópteros. Aunque han intentado camuflar estas exportaciones desviándolas primero hacia terceros países, ha resultado tan evidente que se estaban produciendo exportaciones de bienes y aquí por de uso dual, que Estados Unidos ya ha sancionado a varias compañías turcas. Además las dificultades financieras y presupuestarias de Rusia, que ahora mismo está viendo cómo el rublo se desploma frente al dólar, dificultan esas compras de material en el exterior. Se dice que algunas de las importaciones rusas más valiosas se están pagando directamente con oro (igual es oro que salió durante la Segunda República de los sótanos del Banco de España ¡qué cosas!).
Además, Turquía ha incrementado sus exportaciones de armas a países de la antigua esfera de influencia soviética. En 2022, países como Kazajistán y Kirguistán recibieron armamento turco, consolidando la presencia de Ankara en la región. Esta expansión se enmarca en una estrategia más amplia de Turquía para posicionarse como un proveedor alternativo de armamento, aprovechando las restricciones impuestas a Rusia y las necesidades de defensa de estos países.
La posición de Turquía como miembro de la OTAN y su capacidad para mantener relaciones tanto con Occidente como con Rusia le permiten actuar como intermediario en la transferencia de tecnología y equipos militares. Sin embargo, esta dualidad ha generado tensiones con sus aliados occidentales, que han expresado preocupación por el posible desvío de tecnología sensible hacia Rusia y el ya famoso caso de la prohibición de venta de los F35 estadounidenses, incompatibles con el uso de defensas antiaéreas soviéticas de última generación, aunque visto lo visto en Ucrania, éstas hayan resultado de una ineficiencia patética a la hora de proteger instalaciones estratégicas rusas.
Implicaciones geopolíticas y futuras perspectivas
La decadencia de la industria militar rusa y la consecuente reconfiguración del mercado de armas tienen profundas implicaciones geopolíticas. La pérdida de mercados tradicionales debilita la influencia de Moscú en regiones clave como el Oriente Medio, el Norte de África o el África subsahariana, mientras que el ascenso de China y Turquía como proveedores alternativos redefine las alianzas y equilibrios de poder.
Para Rusia, la recuperación de su industria militar requerirá no solo la finalización del conflicto en Ucrania, sino también una reestructuración profunda que aborde las deficiencias actuales. La competencia con China y Turquía, que ofrecen productos competitivos y han establecido relaciones sólidas con antiguos clientes rusos, añade un desafío adicional en este proceso de recuperación.
En conclusión, la guerra en Ucrania ha actuado como catalizador de una transformación significativa en la industria militar global. La decadencia de la industria rusa, sumada al ascenso de China y Turquía, señala un cambio de era en el comercio de armamento, cuyas repercusiones se sentirán en la geopolítica mundial en los años venideros y colocan a Rusia como un actor secundario a la sombra de los chinos.
Intencionadamente he dejado fuera de este artículo a Corea del Sur, que ha entrado como un elefante en una cacharrería en el mercado armamentístico mundial, porque está principalmente del lado de las democracias liberales y porque sus productos de alta tecnología no son asequibles para los países del lado de las dictaduras, pero seguro que antes o después también acabará comiéndose alguna porción del pastel de las exportaciones rusas, sobre todo en algunos mercados asiáticos donde los históricos Mig empiezan a caerse a cachos.