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viernes, 14 marzo 2025

¿Por qué fracasará cualquier negociación con Putin?

Mundo¿Por qué fracasará cualquier negociación con Putin?

Ya escribí en su momento que la promesa electoral de Donald Trump de acabar con la guerra de Ucrania en unos días había que colocarla a la altura de la de la muralla con Méjico que iban a pagar los mejicanos o la anexión de Canadá. Es innegable que Estados Unidos es la primera potencia global muy por encima de las demás y que tiene una capacidad de presión que a otros nos cuesta imaginar, pero de ahí a pensar que va a resolver cualquier conflicto con la mera voluntad de acabarlo, hay un trecho. Era evidente que Donald Trump se iba a ver envuelto en unas muy largas y difíciles negociaciones y que ni siquiera a día de hoy sabemos cómo terminará este proceso de paz, si es que llega a buen puerto  porque, como explico a continuación, creo que está condenado irremisiblemente a fracasar.

Han transcurrido ya más de tres años desde el inicio de la guerra en Ucrania y a pesar de la cantidad ingente de información, análisis y debates que han surgido en torno a este conflicto, sigue sin entenderse en muchos círculos cuál es la verdadera causa que subyace tras la invasión rusa. Se ha hablado de la OTAN, del Donbás, de la importancia geopolítica de los minerales y recursos energéticos de Ucrania, de la rivalidad entre Occidente y Rusia y de la reconstrucción de esferas de influencia en la Europa del Este, pero todos estos factores, aunque relevantes, son secundarios cuando se pone el foco en la cuestión esencial. Y nadie ha explicado mejor ese punto fundamental que el propio Vladimir Putin en un ensayo que publicó siete meses antes de lanzar la invasión a gran escala, en el verano de 2021, un documento titulado «Sobre la unidad histórica de los rusos y los ucranianos«, disponible en la página web oficial del Kremlin.

La tesis principal de este ensayo no es una innovación personal de Putin, sino la continuación de la doctrina tradicional del nacionalismo ruso, según la cual rusos, ucranianos y bielorrusos forman parte de un único pueblo, una nación trina que, por azares desafortunados de la historia, se ha visto fragmentada artificialmente en distintos Estados. Esta idea ha sido sostenida durante siglos por los sectores más conservadores y nacionalistas de Rusia, para quienes Ucrania no es una nación con derecho a una existencia propia, sino una prolongación de la identidad rusa, un apéndice histórico y cultural que, por circunstancias políticas erróneas, ha sido separado del tronco al que pertenece por naturaleza. En este contexto, Putin sostiene que Ucrania es una construcción artificial creada por Lenin en 1922 con la fundación de la Unión Soviética, una estructura política que, a su juicio, cometió el error de reconocer la existencia de diferentes repúblicas socialistas, entre ellas la ucraniana y la bielorrusa, dotándolas de un derecho teórico a la secesión que, en la práctica, nunca fue más que un formalismo vacío de contenido, dado que las decisiones reales siempre fueron tomadas desde Moscú.

Para los nacionalistas rusos, todo este diseño territorial y administrativo es una aberración que debe ser corregida y en el pensamiento de Putin, Ucrania nunca ha sido un país independiente con derecho a tomar decisiones soberanas, sino una región histórica rusa que, en el peor de los casos, podría tolerarse como un Estado formalmente autónomo, siempre y cuando estuviera gobernado por líderes sumisos y alineados con los intereses del Kremlin. De ahí que la guerra no tenga como eje central la expansión de la OTAN ni la cuestión de los territorios en disputa, sino el concepto mismo de soberanía ucraniana. Si la entrada de Ucrania en la OTAN fuera realmente el principal problema de Putin, Rusia habría reaccionado de manera similar cuando Finlandia anunció su candidatura para unirse a la Alianza Atlántica, un país cuya frontera con Rusia mide más de 1.300 kilómetros y cuya cercanía con San Petersburgo es, estratégicamente, mucho más comprometida para Moscú que la de Ucrania. Sin embargo, Putin no movió un solo soldado contra Finlandia y la razón de ello es sencilla: para la cosmovisión rusa del poder, los finlandeses nunca han sido considerados parte de la nación rusa, a pesar de que Finlandia estuvo bajo dominio del Imperio Ruso durante más de un siglo.

Lo mismo ocurre con Bielorrusia: si Putin considera que bielorrusos y ucranianos son parte de Rusia, ¿por qué no ha invadido Bielorrusia? La respuesta es que no lo necesita. Bielorrusia ya está bajo su control mediante el régimen de Lukashenko, que se mantiene en el poder únicamente gracias al apoyo ruso, consolidando de facto un estatus de vasallaje que hace innecesaria una intervención militar directa. En cambio, la situación en Ucrania es diferente, porque este país ha mostrado una voluntad clara de separarse de la esfera de influencia rusa y de consolidar su soberanía de manera efectiva. La estrategia inicial de Putin para resolver este problema no era necesariamente la anexión territorial directa de todo el país, sino la imposición de un gobierno títere en Kiev, lo que explica el intento de tomar rápidamente el aeropuerto de Hostomel con fuerzas especiales en los primeros días de la invasión. La idea era avanzar velozmente hacia la capital, derrocar al gobierno de Zelenski e instaurar una administración prorrusa que asegurara el alineamiento de Ucrania con Moscú, evitando así la necesidad de una guerra prolongada.

Esta interpretación de los hechos tiene una consecuencia clave: en las futuras negociaciones de paz, el asunto fundamental no va a ser la definición de las fronteras ni la cesión de territorios, porque para ambas partes el tema territorial es secundario en comparación con la cuestión de la independencia y la soberanía. Para los ucranianos, lo que está en juego no es la recuperación del Donbás o de Crimea, sino la posibilidad de decidir su propio destino sin injerencias extranjeras. Y para Putin, quedarse con el Donbás y con Crimea no resolvería el problema si el resto de Ucrania permanece como un país independiente con una orientación abiertamente occidental. El verdadero dilema que se está dirimiendo en este conflicto es si Ucrania podrá seguir existiendo como un Estado soberano, o si acabará bajo el control de Moscú de una forma u otra. Esa ha sido la cuestión esencial desde el principio de esta guerra y todo lo demás, desde las maniobras de la OTAN hasta las sanciones económicas, no son más que aspectos circunstanciales dentro de una confrontación que, en última instancia, tiene raíces ideológicas, históricas y nacionalistas mucho más profundas.

Cualquier tregua, alto el fuego o acuerdo de paz con los rusos será interpretado por Putin como una pausa operacional en su objetivo de devolver a Ucrania al regazo de la madre Rusia y no hay clausula o garantía que vaya a frenar el ansia imperialista del nacionalismo ruso. Las negociaciones están sistemáticamente condenadas al fracaso mientras sea esta élite nacionalista la que ostente el poder en el Kremlin y por eso la única salida posible para la guerra de Ucrania es la derrota militar absoluta de las fuerzas ocupantes, una demolición total del Ejército ruso en suelo ucraniano, aunque eso suponga cientos de miles de muertos entre las tropas ocupantes (eso no le importa en absoluto ni le ha importado nunca a los gobernantes rusos). Para consumar esa derrota Ucrania necesita del apoyo de las democracias liberales occidentales, las que basan su existencia en el respeto a la existencia de otras naciones, hasta conseguir que la maquinaria bélica rusa quede reducida a cenizas: no hay otra salida.

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2 COMENTARIOS

  1. Lo peor de todo es que Putin no va a parar y va a seguir enviando a cientos de miles de jóvenes rusos a la picadora de carne.

    Siguen pensando, como los antiguos zares, que la reserva demográfica de Rusia es infinita pero los hechos están demostrando lo contrario: cada vez les es más difícil reclutar voluntariamente a nuevos soldados y no quieren hacer una movilización general aunque no me cabe ninguna duda de que la harán si viesen en peligro su plan para someter a Ucrania, lo que se traducirá trágicamente en la muerte de millones de rusos… otra vez.

    • Rusia ya ha perdido entre dos y tes millones de habitantes desde que empezó la guerra de Ucrania y si insiste en atacar con oleadas de infantería al muy dronificado Ejército ucraniano, vamos a ver una terrible carnicería.

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