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jueves, 21 noviembre 2024

¿Por qué nos gusta tanto la música de cuando éramos jóvenes?

Ocio y cultura¿Por qué nos gusta tanto la música de cuando éramos jóvenes?

Es innegable que en las últimas dos décadas y media, hemos sido testigos de una verdadera revolución social, cultural y musical. Desde la forma en que escuchamos música hasta la aparente esquizofrenia de nuestros gustos, ha habido más giros que en una telenovela mexicana. Pero lo que sí podemos afirmar con total seguridad es que la música todavía es relevante en nuestras vidas, incluso cuando admitimos que nuestros años de gloria juvenil han quedado atrás.

La prestigiosa psicóloga estadounidense Vanessa LoBlue ha arrojado luz sobre este fenómeno tan profundo de aferrarnos a nuestras canciones y gustos de juventud. ¿Quién podría resistirse a la tentación de explorar el complicado cóctel de factores sociológicos y psicológicos  que explican este misterio?

Centrémonos en los aspectos sociales. Siempre ha habido una guerra generacional en la música, desde la llegada del rock and roll hasta el reguetón. Sin embargo, ahora vivimos en un mundo donde los jóvenes pueden mezclar música de manera tan ecléctica que incluso podrían disfrutar tanto de Nirvana como de José Luis Perales en el mismo minuto; gracias a la magia de las listas de reproducción en línea, pueden ser un «hipster metalero» un día y un «artista de jazz experimental» al siguiente.

En el pasado, tu elección musical te definía; eras un miembro orgulloso de una tribu urbana que seguía una sola tendencia musical y era totalmente impermeable a las influencias externas e incluso chocaba con otras tribus: jevis y rumberos se respetaban pero se ignoraban como si no existieran mutuamente.

En el fondo, nos seguimos identificando con aquella música y aquella tribu a la que, con más o menos intensidad, nos asociábamos de jóvenes y nos siguen gustando aquellos artistas que ya nos gustaban de jóvenes.

Desde el lado psicológico, la música se ha convertido en la piedra angular de la construcción de nuestras identidades, tanto individuales como colectivas. Y, por supuesto, todos tenemos esas canciones que se asocian con momentos «épicos» de nuestras vidas. Pensamos que nuestra capacidad cerebral para absorber nuevos sonidos es como un buen vino, mejora con la edad (o eso es lo que nos gusta creer).

En realidad, a medida que envejecemos, nuestros gustos parecen quedarse congelados en el tiempo, como un mosquito en ámbar. Por supuesto, nuestras responsabilidades laborales y personales nos dejan menos tiempo para rocanrrolear, pero eso no significa que hayamos renunciado a la música. Simplemente la escuchamos en momentos menos emocionantes, como conducir a diario o hacer la declaración de la renta.

Por supuesto, también debemos considerar el papel de la nostalgia. Escuchamos esas canciones que nos transportan de regreso a nuestra juventud dorada. Y sí, compartimos historias sobre «las canciones que sonaban en el coche de mamá y papá» mientras tratamos de impresionar a los más jóvenes con nuestra experiencia musical.

Así que no debería sorprendernos que los festivales dedicados a las décadas pasadas sean un éxito rotundo, o que las emisoras de radio nostálgicas estén en auge. Al fin y al cabo, la música es la banda sonora de nuestra vida y aunque hayamos envejecido seguimos siendo los protagonistas de esta comedia musical interminable.

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