Diocleciano fue un emperador peculiar, no sólo por su política de persecución religiosa, sino también por elegir abdicar y retirarse a un palacio en la costa dálmata. Este palacio, lejos de ser una simple mansión, era una verdadera fortaleza y ciudad palatina, con una vida propia separada del mundo exterior, como si fuera un microcosmos imperial.
La persecución religiosa emprendida por el emperador Diocleciano es considerada una de las más severas y sistemáticas dentro del Imperio Romano. Comenzó alrededor del año 303 d.C. y se extendió durante la Tetrarquía, cuando Diocleciano y sus coemperadores buscaban reafirmar la autoridad imperial y la unidad del imperio bajo los valores tradicionales romanos, incluyendo la adoración de los dioses romanos.
Durante este período, conocido como la Gran Persecución, las iglesias cristianas fueron destruidas, las escrituras sagradas quemadas, y se impusieron sanciones legales contra los cristianos, muchos de los cuales sufrieron torturas y ejecuciones por negarse a realizar sacrificios a los dioses paganos. La persecución varió en intensidad a través del imperio y se prolongó hasta el Edicto de Milán en 313 d.C., promulgado por Constantino y Licinio, que estableció la tolerancia religiosa y el fin de las persecuciones contra los cristianos. Diocleciano es recordado en la historia cristiana como uno de los más infames perseguidores de la fe.
El Palacio de Diocleciano, construido a inicios del siglo IV, estaba destinado a ser el retiro pacífico del emperador. Pero incluso aquí, en su santuario personal, la pompa y circunstancia de la vida imperial continuaba; un ejemplo de esto era el protocolo extremo que se seguía cuando el emperador se presentaba ante sus súbditos desde su gran balcón, obligándoles a tumbarse boca a bajo con los brazos abiertos en señal de sumisión máxima (o asegurándose así que nadie utilizase ningún arma contra él).
Con el paso de los siglos, tras la muerte de Diocleciano, el palacio se transformó en una especie de refugio para todo aquel que buscaba un nuevo comienzo. La caída de Roma trajo consigo a Julio Nepote, el último emperador romano, quien también encontró su fin dentro de sus muros. Después de siglos de abandono, el palacio fue ocupado y se convirtió en el núcleo de lo que ahora es la ciudad de Split. Sus residentes han cambiado con el tiempo, destacándose entre ellos los judíos sefardíes, que dejaron una marca indeleble en la cultura y lengua de la región.
Hoy en día, el palacio es un testimonio vibrante de la historia viva. Sus sótanos, una vez la fundación de la vida imperial, ahora son un testimonio arqueológico accesible para los visitantes, mientras que el mausoleo de Diocleciano se ha transformado en la catedral de la ciudad. Las estructuras, una vez testigos de la magnificencia imperial, ahora albergan tiendas, viviendas y negocios que aportan a la bulliciosa vida del casco antiguo de Split.
Al caminar por las callejuelas y patios del palacio, no sólo estás recorriendo un sitio arqueológico, sino que estás participando en un capítulo en constante evolución de la historia, donde cada piedra cuenta una historia y cada rincón ofrece una ventana a una era pasada.
¿Qué ver en Split?
Split, además del imponente Palacio de Diocleciano, testimonio de la historia romana, es un importante destino turístico en el Mar Adriático.
Qué ver
Peristilo: La plaza central del palacio, un punto de encuentro lleno de vida.
Riva: El famoso paseo marítimo, perfecto para un paseo relajante con vistas al mar.
Gastronomía
Prueba el ‘pašticada’, un guiso de carne típico, y no te vayas sin saborear el ‘soparnik’, una especie de pastel salado de acelga.
Actividades
Pasea por el Marjan, un parque forestal que ofrece las mejores vistas de la ciudad.
Disfruta de las playas de Bacvice, famosas por su vibrante vida social y su juego tradicional de picigin.
Eventos
Split es famosa por su vida nocturna y festivales de verano. Asegúrate de revisar el calendario de eventos para coincidir con conciertos y festivales culturales.
Consejos
Lleva calzado cómodo para andar por las calles empedradas.
En verano, el calor puede ser intenso; mantente hidratado y busca sombra durante las horas centrales del día.
Hay que avisar que cuando se viaja a todos esos países del este de Europa a hacer turismo, es como si viajaras aquí a España en los años ochenta. Están muy atrasados y no es raro encontrarse hoteles que a los españoles nos parecen anticuados y restaurantes (porque bares apenas hay) que dan una calidad mediocre para lo que estamos acostumbrados en nuestro país.
Luego, sí es verdad que la zona es muy bonita pero es así de bonita porque se parece mucho… a España.
Es que hasta que no sales de España no te das cuenta del nivelazo que tiene la hostelería nacional.
Luego te dicen que han venido ochenta millones de turistas a España en un año y te piensas que es por el Sol y la playa.
¿Y qué han comido? ¿Y dónde y cómo han dormido?
Estuve allí justo antes de la pandemia y la verdad es que del palacio apenas queda nada.
Es un casco viejo medieval como otros muchos que hay en Europa porque en sus mil quinientos años de historia ha pasado por allí demasiada gente y ha habido demasiados albañiles espabilaos que han borrado casi todo el esplendor de lo que un día debió de ser el palacio.
Split si es bonita como ciudad pero el palacio a mí me parece que está sobrevalorado.
Ni un millón de palabras más. 😀