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viernes, 15 noviembre 2024

Pompeya, la ruina-espectáculo

Ocio y culturaPompeya, la ruina-espectáculo

Imagínate que estamos en Pompeya, justo antes de que el Vesubio decidiera cambiar el rumbo de la historia y de las vidas de sus ciudadanos. Imagina que das un paseo por sus calles adoquinadas, te cruzas con togas de todos colores y estilos, y el olor a pan recién horneado se mezcla con el bullicio de los mercados. La ciudad está viva, palpitante, una urbe que no sabe que está a punto de convertirse en un símbolo eterno de la ira de la naturaleza.

En aquel entonces, Pompeya era un sitio de escapada predilecto para la élite romana; una especie de Las Vegas del Mediterráneo, pero con más estatuas y menos neones. Sus calles rebosaban de actividad: mercados llenos de especias, frutas y telas que llegaban desde los confines del Imperio; tabernas donde se servía vino en cantidades que harían palidecer al más experimentado de los bebedores modernos; termas públicas que eran el epítome del chisme y la socialización.

Los pompeyanos no tenían Netflix, pero sabían cómo pasárselo bien. El anfiteatro de la ciudad era un centro de cultura y brutalidad, donde gladiadores y bestias salvajes proporcionaban un espectáculo que, aunque hoy nos parecería de un gusto bastante dudoso, era la crema y nata del ocio de la época.

La ciudad era también un núcleo de comercio e industria. Las calles estaban flanqueadas por talleres y tiendas donde se fabricaba y vendía todo, desde joyas hasta recipientes de cerámica y herramientas de bronce. El puerto bullicioso era un hervidero de actividad comercial que atraía riqueza a la ciudad, manteniendo su economía tan caliente como el magma que hervía bajo sus pies.

La vida cotidiana en Pompeya reflejaba la jerarquía y la estructura social de la época. Tenías a los patricios, que vivían en lujosas villas con jardines internos, frescos y mosaicos que hoy en día nos dejan con la boca abierta. Y, por supuesto, estaban los plebeyos, los currantes de la época, que vivían en casas más modestas pero no menos llenas de vida y color.

La religión también era un asunto serio. Templos dedicados a diversos dioses romanos y griegos adornaban la ciudad. Los ciudadanos eran profundamente supersticiosos y realizaban sacrificios y rituales para mantener a los dioses contentos y, si se podía, a raya. Ironías de la vida, considerando lo que estaba a punto de pasar.

Sin embargo, con tanto adelanto y tanta civilización, nadie se percató de los temblores y fumarolas que daban pistas de lo que estaba por venir. Habría que pensar que con tanto baño público y tanta tertulia, alguien habría conectado los puntos. Pero no, la vida seguía su curso, con sus pequeñas y grandes preocupaciones, ignorando que el reloj geológico estaba por despertar de su siesta.

La erupción del Vesubio

La erupción comenzó un día de finales de agosto o principios de septiembre —los historiadores aún discuten la fecha exacta—, pero nadie la vio venir. Y es que el Vesubio había estado dormido durante siglos, tanto que era fácil olvidar que era un volcán en absoluto.

Cuando el volcán despertó, lo hizo con una violencia que es difícil de imaginar. La explosión inicial lanzó una columna de ceniza y piedra pómez a kilómetros de altura en el aire. Esto no fue un simple espectáculo pirotécnico; era el preludio de una catástrofe.

Las cenizas comenzaron a caer sobre Pompeya, cubriendo las calles, las casas y las personas. Algunos intentaron huir, pero para muchos, la curiosidad o la negación los mantuvo en sus lugares, observando el cielo oscurecerse a pleno día.

Luego vinieron los piroclastos, flujos ardientes de gas y roca que descendieron por las laderas del Vesubio a velocidades terroríficas. Estos no solo arrasaron con todo a su paso, sino que también asfixiaron y quemaron a cualquier ser vivo que encontraron. Imagínate el horror de esos momentos, el calor sofocante, el aire irrespirable, la oscuridad en medio del día.

Las estructuras de Pompeya, construidas para resistir los embates del tiempo y no los de la naturaleza furiosa, no tenían oportunidad. Techos que colapsaban bajo el peso de la ceniza, paredes que se desplomaban, el mundo conocido deshaciéndose en una nube de polvo y muerte.

Pero aquí viene lo extraño del asunto: esa misma ceniza y esas mismas cenizas que destruyeron la ciudad, también la preservaron. Los cuerpos de los pompeyanos quedaron sepultados en posiciones que reflejaban sus últimos momentos de vida, creando un molde perfecto que, una vez llenado con yeso por los arqueólogos modernos, nos reveló escenas conmovedoras de una vida que se detuvo de súbito.

Las casas, las calles y los objetos cotidianos quedaron congelados en el tiempo, proporcionando una visión sin igual de la vida en la antigua Roma. Frescos, mosaicos, utensilios; todo quedó cubierto por la ceniza, protegido de la erosión y el olvido.

De alguna manera, el Vesubio, con su furia destructora, creó el más detallado y emotivo museo de la historia romana. Gracias a esta tragedia, hoy sabemos cómo vivían, qué comían, cómo eran sus casas, sus calles, sus tiendas y sus templos. La ciudad de Pompeya es ahora una ventana al pasado, una lección de historia que no se encuentra en los libros, sino en las calles y muros que una vez fueron testigos de la vida diaria.

La erupción del Vesubio no solo cambió el destino de Pompeya, sino también el de las ciudades vecinas como Herculano y Stabiae. La magnitud de la destrucción fue tal, que la zona quedó deshabitada durante siglos, y el nombre de Pompeya se convirtió en sinónimo de desastre súbito y total.

Cómo organizar una visita a Pompeya

Cuando decides visitar las antiguas ruinas de Pompeya, te embarcas en un viaje que es tanto una inmersión en la historia como una aventura moderna. Para garantizar que tu experiencia sea tan enriquecedora como segura y cómoda, aquí tienes una guía práctica con consejos y precauciones.

Preparación antes de la visita:

Antes de dirigirte a las ruinas, haz los deberes. Investiga sobre la historia de Pompeya para que, cuando pises el sitio, cada estructura te hable y te cuente su historia. En Youtube hay cientos de vídeos en español que te cuentan la experiencia de otros viajeros y es bueno verlos; recuerda que aunque tú te sientas como un explorador aventurero, no eres más que uno de los millones de turistas que visitan cada año las ruinas. Además, echa un vistazo a las previsiones meteorológicas para elegir el mejor día para equiparte y vestirte apropiadamente.

Transporte

Pompeya está bien conectada con Nápoles y Sorrento mediante el tren de la línea Circumvesuviana. Es una opción económica y práctica, pero ten en cuenta que en temporada alta puede estar muy concurrido. Si prefieres un enfoque más cómodo, considera un tour organizado que incluya transporte y, a menudo, entradas sin colas.

Llegada y entradas

Hay varias entradas a las ruinas de Pompeya. La entrada de Porta Marina es la principal y más concurrida. Si buscas evitar multitudes, podrías considerar las entradas de Piazza Anfiteatro o Porta Vesuvio. Compra tus entradas con antelación online para evitar las largas colas pero, sobre todo, ni se te ocurra comprarle las entradas a los revendedores que te asaltarán en cuanto te bajes del tren; si ven que eres lo suficientemente ingenuo como para comprar las entradas por el doble del precio oficial, se darán cuenta de que eres un pardillo y no te dejarán hasta que te saquen el último euro que lleves encima.

Vestimenta y calzado

Viste ropa cómoda y transpirable, y lo más importante, usa zapatos adecuados para caminar. Las calles de Pompeya son irregulares y de piedra; por lo tanto, un buen par de zapatillas de deporte o botas de senderismo pueden marcar la diferencia entre un día disfrutando de las ruinas y uno sufriendo por dolor de pies.

Agua y comida

Lleva una botella de agua reutilizable. Encontrarás varias fuentes de agua potable en el sitio para rellenarla. En cuanto a la comida, hay cafeterías dentro de las ruinas, pero suelen ser muy caras y con opciones limitadas. Como está permitido introducir comida en el recinto, un picnic puede ser una alternativa encantadora y económica pero sólo se puede comer en el área reservada para ello; si sacas tu bocadillo en cualquier otro sitio, un amble guardia te lo recordará.

Protección solar y climática

En los meses de julio y agosto las ruinas de Pompeya son un infierno, con temperaturas por encima de los 40 grados, realmente insoportables para estar varias horas caminando sobre suelos de piedra y paredes derruidas que apenas dan sombra. La sombra es un bien escaso en Pompeya, así que no olvides un sombrero, gafas de sol y protector solar. Si visitas en invierno, lleva capas de ropa y una chaqueta impermeable, ya que el clima puede ser impredecible.

Tiempo de visita y planificación

Pompeya es enorme y es fácil subestimar el tiempo que se necesita para verlo todo. Planifica al menos medio día para la visita, aunque un día completo es ideal si deseas explorar las ruinas con más detalle, aunque debes incluir un tiempo de descanso ¡o dos! para no acabar absolutamente exhausto.

Evitar timos y cuidar tus pertenencias

Como en cualquier destino turístico popular, debes estar atento a los timos. Mantén tus pertenencias cerca y considera usar una riñonera o una mochila con cierre para evitar los carteristas en Nápoles o en los trenes que viajan hasta la ciudad moderna de Pompeya; dentro del recinto ya sólo hay turistas… pero nunca se sabe.

Contratación de guías

Si optas por contratar un guía, asegúrate de que sea oficial. Los guías oficiales están acreditados, están junto a las puertas de entrada y suelen ofrecer tours en varios idiomas, así que no tendrás problemas para encontrar uno que hable (más o menos) español. Los precios son libres así que tendrás que pasar por la desagradable experiencia de preguntar el precio y regatear. Pueden enriquecer tu visita con su conocimiento detallado de la historia y anécdotas de Pompeya pero baratos, lo que se dice baratos, no son.
Mi consejo es que si quieres un guía lo contrates online y desde tu casa compares precios y elijas el que más te guste sin la presión de estar en la puerta con prisa por entrar y regateando.

Fotografías

Pompeya es un sueño para los fotógrafos, pero respeta las reglas. No te subas a las estructuras ni toques los frescos y las obras de arte. Usa solo la luz natural y evita el flash para preservar los colores de los frescos antiguos.

Alojamiento

Si decides quedarte cerca de las ruinas, hay opciones de alojamiento en la ciudad moderna de Pompeya, que van desde hoteles económicos hasta alojamientos más lujosos. Reservar online es la única recomendación que se me ocurre: reserva hotel y compra las entradas (o la visita guiada) con antelación para evitar imprevistos.
Ir desde Roma, estar un día entero pateando las ruinas y volver a la capital es una opción sólo para jóvenes fuertes o viajeros incansables.

¿Qué ver en Pompeya?

Para empezar, ponte zapatos cómodos, porque el viaje es largo y las calles de Pompeya, aunque majestuosas, no son precisamente la definición de un paseo moderno. No olvides llevar agua y protección solar, porque el sol italiano no suele tener piedad de los turistas.

Planifica la ruta antes de entrar y cárgate un mapa con la visita en el móvil porque una vez dentro, comprobarás que la señalización es bastante pobre y las distancias son mayores de lo que estamos acostumbrados a recorrer en otros monumentos: esto es una ciudad entera convertida en monumento.

1. La Porta Marina: Nada más entrar, te toparás con la Porta Marina, una de las puertas principales de la ciudad. Esta era la puerta de bienvenida a la ciudad desde el mar, y su impresionante estructura aún se mantiene en pie, dándote una idea del esplendor que una vez caracterizó a Pompeya.

2. El Foro: Después, dirígete al corazón de la ciudad: el Foro. Este era el centro de la vida pública pompeyana y está rodeado de ruinas que una vez fueron tiendas, templos y edificios administrativos. Caminar por aquí es retroceder en el tiempo y sentir el bullicio de la vida cotidiana de la ciudad.

3. El Lupanar: Si lo tuyo es la historia social, no te puedes perder el Lupanar, el burdel más famoso de Pompeya. Las pinturas que adornan sus paredes son, digamos, bastante explícitas, y las habitaciones aún conservan los lechos de piedra donde se consumaban los actos que estas ilustraciones sugieren.

4. Las Termas: Las Termas de Pompeya son otro must. Tanto las Termas del Foro como las Termas Stabianas muestran la importancia del baño público en la cultura romana y son un espectáculo en sí mismas, con sus avanzados sistemas de calefacción y sus frescos bien conservados.

5. La Casa del Fauno: Entre las residencias privadas, la Casa del Fauno es quizás la más impresionante. Con sus mosaicos detallados, incluyendo el famoso mosaico de Alejandro Magno, esta villa muestra la riqueza y el lujo en el que vivían algunas de las familias más poderosas de Pompeya.

6. El Anfiteatro: El Anfiteatro de Pompeya es uno de los más antiguos que se conocen, y aquí podrás casi oír los ecos de los gritos de los espectadores que una vez llenaron sus gradas durante los juegos gladiatorios.

7. Los Moldes de Yeso: Por supuesto, la visita no estaría completa sin ver los moldes de yeso de las víctimas de la erupción. Estos forman una parte conmovedora y macabra del recorrido, ofreciéndote un vistazo a los últimos momentos de los ciudadanos de Pompeya.
No obstante, ten en cuenta que la mayoría de estos moldes están hechos expresamente para los turistas y que los originales están en el Museo Arqueológico de Nápoles.

8. El Jardín de los Fugitivos: El Jardín de los Fugitivos es otro sitio que te dejará pensativo. Aquí se encuentran los moldes de yeso de varias víctimas que fueron sorprendidas por la erupción mientras intentaban escapar. La escena es un poderoso recordatorio de la tragedia humana que acompañó a la erupción.

9. Las Villas Suburbanas: Si tienes tiempo, vale la pena explorar las villas fuera de las murallas de la ciudad, como la Villa de los Misterios, famosa por sus frescos que representan ritos dionisíacos.

10. El Gran Palaestra: Finalmente, el Gran Palaestra, un espacio abierto que se utilizaba para el ejercicio físico, te dará una idea de la importancia que tenía la actividad física para los pompeyanos.

Recorrer Pompeya es una experiencia única que te permite pisar directamente sobre la historia. Pero más allá de las piedras y los frescos, lo que realmente hace a Pompeya especial es su capacidad para contar historias. Cada esquina, cada casa y cada objeto expuesto te habla directamente de las personas que vivieron allí, de sus esperanzas y sus miedos, de sus placeres y sus rutinas diarias.

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4 COMENTARIOS

  1. A mí lo que me hacen gracia son eso viajeros que van a sitio como las ruinas de Pompeya con el mismo equipamiento con que un arqueólogo iría a descubrir una tumba en medio del desierto egipcio y se quejan de que aquello está muy masificado.

    • Eso les pasa a muchas instagramers que van a tirar su monedita a la Fontana de Trevi y no consiguen quedarse solas en medio de la masa de turistas que intentan echar sus céntimos allí para pedir el correspondiente deseo.

      Luego publican un post en Instagram quejándose de que Roma ya no es lo que era. Se ve que ellas se tuvieron allí cuando Séptimo Severo entró con las legiones por la vía Apia.

  2. Los monumentos turísticos tienen que estar pensados como un espectáculo de masas. Para que los visiten tres, cuatro, cinco o diez millones de personas al año, tienen que ser fáciles de comprender y sencillos de visitar.

    No tiene sentido pretender que un monumento que va a ser visitado masivamente por personas venidas de todo el mundo con un nivel cultural medio bajo, tenga el tratamiento de un sitio científico o con una pureza cultural reservada a las élites.

    Tampoco tiene sentido pretender que ese tipo de monumentos tan visitados o que ciudades que están al borde del colapso por el turismo sean un terreno para viajeros aventureros como nos quieren hacer creer. Hay que ser conscientes de que cuando se viaja a esos sitios eres solo uno de los muchos millones de turistas que los visitan y tú no vas a descubrir nada ni a cambiar nada de lo que hayan hecho allí los investigadores y científicos. Como mucho podrás poner una foto bonita en el Instagram y poco más.

    • Yo ya he estado en varios grandes museos europeos y desde luego que están creados para la cultura espectáculo.

      Pensar a estas alturas del milenio que la contemplación del arte o de los tesoros históricos es algo que solo se debe hacer desde el punto de vista cultural o científico es como pensar que los viajes están reservados para aventureros y comerciantes.

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